Un espera de 14 horas en el frío para ver de lejos al Papa

Un espera de 14 horas en el frío para ver de lejos al Papa

Con las manos entumidas y en cinco cobijas, una mujer se soba las manos a las 4 de la mañana, mientras un grupo de personas de Coahuila canta alabanzas

lasillarota.com| | Sábado, 13 de Febrero de 2016| 08:42

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La espera de 14 horas, valdrá la pena. Ansían verlo, ni siquiera tocarlo, si se le puede mirar a lo lejos, estarán en el mismo camino que el papa Francisco.

Son mexicanos, extranjeros, de todos los colores, personas de la tercera edad o con alguna discapacidad, niños, jóvenes y adultos acamparon durante la madrugada de este sábado en las inmediaciones del Zócalo y en la plancha del primer cuadro para ver, aunque sea por unos minutos, a Jorge Mario Bergoglio.

"Con que lo veamos nos sentiremos bendecidos", afirmó Isabel, una mujer méxico-canadiense, que llegó alrededor de las 21.00 horas del viernes a uno de los accesos al zócalo y a las 04.00 horas del sábado se encontraba entumida, envuelta en cinco cobijas y sobándose los dedos de las manos.

Un grupo de mujeres llegadas de Coahuila sobre la calle Palma esquina con 16 de septiembre comenzó a cantar alabanzas desde la media noche para paliar el frío.

"Vamos cantando con todo su poder... yo tengo un gozo en el alma un gozo en el alma y en mi ser aleluya gloria a Dios... poderoso es nuestro Dios, poderoso es nuestro Dios", cantaban y aplaudían.

Entre canción y canción pedían "Vivas" para el Papa, para Dios y también para México. Era el soundtrack de la espera por el máximo representante del catolicismo.

En un costado, sobre cobijas que se antojaban insuficientes una niña de 10 años, gorro bicolor y orejeras rojas dormía en posición fetal. Era hija de francisco, un joven pizzero que prefirió quedarse a ver al Papa Francisco que regresar a Guanajuato -donde tiene a su esposa y sus otros cuatro hijos- a atender el negocio.

 "De San Francisco del Rincón, pegado a Jalisco. Mi niña nació mala, de todo, del hígado, pulmones, corazón, prácticamente la mitad del cerebro no le sirve, pero así me la mandó el Señor (Dios) y no me quejo. Me iba a traer a toda la familia, les rogué toda la semana, pero no me pelaron... ah pero cuando vieron al Papa bajar del avión me marcaron para que me regresara por ellos", contó.

 

Pasaban de la media noche y el termómetro ya estaba en 11 grados centígrados. Se esperaba que para las 06.00 horas llegara a cinco grados, cuatro. Pero el ánimo no decaía ni siquiera en los niños que repartían banderitas blancas. 

 Entre unos y otros feligreses se escuchaban anécdotas: "Yo vi a los otros dos Papas, con este va a ser el tercero"; "A mí me tocó ver a Juan Pablo Segundo cuando pasó por el Palacio de Bellas Artes"; "Nosotros sólo vimos al anterior en Guanajuato, pero no era tan carismático como éste (Francisco)".

En primera fila Carmen y Gaby, madre e hija, quienes llegaron el sábado por la mañana en un avión provenientes de Hermosillo, Sonora. Antes de llegar al Zócalo pasaron a una tienda especializada en la venta de telas y compraron un par de cobijas en las que se envolvieron.

 

"Va a valer la pena el esfuerzo. Queremos ver a su santidad, gritarle que tenemos mucha esperanza", dijo Carmen con un particular tono cantadito, muy norteño y alegre.

 

No faltaban los peregrinos que aprovechando un descuido buscaron colarse en la fila. Pero tampoco faltó el escarnio público para hacerles frente.

 

"¡No se metan, los buenos cristianos respetan la fila, los buenos mexicanos hacen una sola fila!", les comenzaban a gritar.

 

Se espera que el papa Francisco arribe a las 9.30 horas a la plancha del Zócalo para sostener una reunión con representantes de la sociedad civil en Palacio Nacional. Una hora después dará una vuelta por el primer cuadro para saludar a los peregrinos que llegaron desde lejos y aguantaron las bajas temperaturas.

 

El jefe de Gobierno de la Ciudad de México le entregará las llaves de la ciudad y después, el jerarca católico ofrecerá una homilía en la Catedral Metropolitana. La espera habrá valido la pena.

 

 



Fotografías: Paris Alejandro Salazar y Agustín Velasco-LSR