Domingo, 28 de Abril de 2024
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Semana del 13 de Noviembre al 19 de Noviembre de 2015

Chalco... La suscesión sagrada de la muerte

Chalco... La suscesión sagrada de la muerte

Alfredo Lara Álvarez



El cambio de fiscal, o guardián de las almas, una tradición ancestral

El humo del copal, la fragancia de las flores y el olor de la pólvora consumiéndose de los fuegos artificiales, convergen con los sonidos del tamborcillo, los cascabeles e instrumentos de las danzas que los indígenas despliegan, todo, para poder llevar a cabo la convivencia con los muertos, de forma literal, en el panteón, a un costado de las tumbas, durante la noche del primer día del mes de noviembre.

La tradición ha sido pasada por los ancestros a los actuales pobladores indígenas de la comunidad de Cuayo Chalco, en el municipio enclavado en las faldas de la serranía de la Huasteca Potosina, Axtla de Terrazas, y es, sin más ni más, una de las más representativas costumbres de los pueblos Náhuatl de ese lugar, en donde lo sagrado y lo tradicional, se conjugan en una festividad, el cambio del fiscal, cuidador del cementerio de la comunidad y guardián de las almas que ahí residen, que acudirán a visitar a sus familiares, a través de sus tumbas, para convivir con ellos y recordar esos momentos de felicidad, como cuando estaban vivos.

La cita es a partir de las 9 de la noche, al lugar llegan cientos de personas de las distintas localidades cercanas que ahí tienen a sus fieles difuntos enterrados, y que cada vez, se ha vuelto un acto más turístico, pues a los visitantes de otros municipios o estados, les llama la atención el tipo peculiar de celebración, precisamente al interior del panteón.
Las comparsas y danzas comienzan a desplegarse alrededor de las 10 de la noche y hasta que el cuerpo aguante, pues los comuneros voluntarios, pueden durar hasta la mañana del día siguiente, si así lo desean, con las cuerdas de un arpa y una guitarra de fondo, o un tamborcillo cuadrado hecho con piel de vaca, e incluso con los sonidos agudos del violín, que marca el compás de los bailarines, ataviados con la vestimenta tradicional de su grupo, flores, cascabeles, y una corona de colores.

Para esa hora, ya se encuentran los familiares junto a las tumbas de sus fieles difuntos, esperando, a un lado, como con ganas de poder ver el momento en que sus "difuntitos" volverán a este mundo de los vivos, y poder abrazarlos, y darles ese bocado que llevaron precisamente para ellos, esos que degustaban en vida, y que eran sus favoritos, instalan velas, pétalos de flor de Cempaxúchitl en forma de cruz, y más flores que adornen las lápidas, para que sus familiares puedan guiarse con la luz en su viaje hacia el espectro terrenal, hacia el lugar de la carne y el hueso.

Conviven y beben, platican y recuerdan, lo compartido con esos que "se nos adelantaron" y lloran y ríen, y pelean con los niños que nada saben del misticismo del festejo, pero que desde ahora aprenden para que cuando crezcan, también hagan lo mismo con sus parientes fallecidos, pegando una vela amarilla que despide esa llama más amarilla y un humo color negro, que pudieran hipnotizar a cualquiera, y llevarlo al inframundo.

Son cerca de las 12 de la noche del día 31 de Octubre, y el comisariado ejidal, el jefe de la comuna, convoca a los protagonistas, el fiscal y sus ayudantes, los tekihuas, quienes se encargarán del lugar en caso de no encontrarse dispuesto el titular, son los 3 salientes y los 3 entrantes, quienes reciben el nuevo mando, primero con un brindis, con el tradicional aguardiente, típica bebida de esta zona indígena, no sin antes bendecir con ella la tierra, en sus cuatro puntos cardinales, para posteriormente, escuchar las instrucciones de su antecesores, quienes tuvieron la encomienda durante todo un año, y que dejan el puesto, pero más que eso, la responsabilidad y el honor de ser representantes, protectores de almas.

Con los gritos de triunfo de los guías danzantes de fondo de la escena, el bastón de mando es entregado a quienes de ahora en adelante, estarán al pendiente de las tareas del panteón, vara que deberá medir 1.20m pues de acuerdo a las tradiciones heredadas por sus abuelos, es la altura a la que debe de ser enterrado un muerto.

Festejan y celebran, gritan y se complacen, con las danzas, con las pláticas, con los "cuetes" incendiándose en el fondo del barranco, ha llegado el momento, el cambio del fiscal, y culminan el acto, consumiendo un "bolim", el tamal propio de esa región, que es de alrededor de 50 centímetros de largo y 30 de ancho, el cual es compartido entre los patriarcas de la comunidad y los mismos bailarines, teniendo un cierre espectacular, el castillo de fuegos artificiales incendiándose a todo lo que da, iluminando kilómetros a la redonda, hasta aquellas pequeñas casas que se encuentran entre las penumbras de la noche, de la obscuridad.

La fiesta, se ha terminado, y los visitantes, deciden quedarse hasta cerca de las 3 de la madrugada, y continúan su estancia al día siguiente, cuando llegan los inocentes, los niños que ya fallecieron y que pasarán por sus chichiliques, para compartir aquello que en vida comían, y al término de ello, esperar otro año más, para poder recordarlos, limpiar sus tumbas, llenarlas de flores y convivir con ellos...

e-mail. alfredo.lara.alvarez@gmail.com

 


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