Karina Méndez / periodista
El futuro de Culiacán es incierto, pero una cosa es segura: esta lucha no ha terminado, y el costo seguirá aumentando día tras día.
Culiacán, Sinaloa, una ciudad donde, en este momento, la violencia se ha convertido en parte de la cotidianidad. Como periodista, es alarmante ver cómo el caos se apodera de una comunidad que, hasta hace poco, vivía con una relativa normalidad. Lo que está ocurriendo en estas calles supera la ficción de las narcoseries que, en algún momento, parecían ser solo entretenimiento. Hoy, esas historias que tanto se consumen en la televisión se han vuelto la cruda realidad de miles de sinaloenses.
"Desde el lugar donde llueven balas", así describo la situación que estamos viviendo los que aún podemos contar lo que pasa en Culiacán. Noches interminables de disparos, de violencia, de terror. Esta semana ha sido una de las más difíciles que hemos enfrentado. Ya no es seguro salir, ni siquiera estar en casa. "Ni en la pandemia de COVID la gente estuvo tan encerrada", decimos entre los locales, mientras observamos cómo nuestros vehículos se han convertido en el objetivo de los grupos armados.
Lo más preocupante es que estos ataques no son indiscriminados, tienen un propósito claro: la lucha por el poder. La detención de Ismael "El Mayo" Zambada, una figura clave del narcotráfico en México, ha desatado una ola de violencia que nadie había previsto con tanta intensidad. Ya no es una guerra entre facciones que se oculta en las sombras, es una lucha abierta que involucra a ciudadanos inocentes, atrapados en el fuego cruzado.
Muchos han bromeado sobre lo que llamamos "Culiacanazo Fest", refiriéndose a los continuos episodios de violencia que hemos enfrentado desde el conocido Culiacanazo de octubre de 2019. La situación ha empeorado tanto que incluso los eventos del 16 de septiembre, tradicionalmente una fiesta de orgullo nacional, se han cancelado. Las escuelas han estado cerradas durante toda la semana, y no hay señales de que la situación mejore pronto.
En medio de todo esto, los periodistas nos encontramos en una posición aún más peligrosa. La necesidad de reportar lo que está ocurriendo nos obliga a estar en las calles, a documentar el caos, aunque eso signifique poner nuestras vidas en riesgo. Los grupos armados no solo buscan vehículos para moverse, sino que también se están llevando a la gente, amenazando a familias enteras para robar autos de lujo. Los jeeps y camionetas grandes se han convertido en sus vehículos favoritos, y no dudan en irrumpir en las casas para obtener lo que quieren.
Pero esta historia de terror tiene sus raíces más profundas en una traición. La detención de "El Mayo" Zambada, un hombre que durante años había logrado eludir la justicia, no fue un acto común. "El Mayo" era un hombre mayor, alguien que, según lo que se pensaba, nunca se entregaría voluntariamente. Su vida, como él mismo lo dijo en una entrevista con Julio Scherer, había sido un constante "asalto de mata". Entonces, ¿por qué habría de entregarse ahora, justo cuando parecía que había logrado mantenerse al margen del conflicto?
Las respuestas, aunque no son oficiales, están en los rumores y en lo que muchos ya aceptan como verdad: fue traicionado. Y esa traición fue el catalizador de todo lo que ha ocurrido desde entonces. Tras su detención, las facciones dentro del cártel de Sinaloa comenzaron una lucha interna por el poder, y ese enfrentamiento ha dejado un rastro de muerte y destrucción en todo Sinaloa.
Uno de los episodios más impactantes fue el asesinato de Héctor Melesio Cuen Ojeda, ex líder del Partido Sinaloense y ex rector de la Universidad Autónoma de Sinaloa. La versión oficial inicialmente fue que Cuen Ojeda fue asesinado durante un intento de asalto, pero una carta de "El Mayo" Zambada lo desmintió. Según Zambada, Cuen Ojeda fue asesinado frente a él, como parte de la misma traición que lo llevó a su captura. Esa revelación sumió a Culiacán en una espiral de violencia aún más intensa, llevando a la renuncia de la fiscal y generando un ambiente de incertidumbre y miedo.
La llegada de más de 400 elementos de las fuerzas federales no ha logrado devolver la paz. De hecho, muchos sentimos que esa "paz" es solo una calma tensa, un respiro temporal antes de que estalle el próximo enfrentamiento. El gobierno, mientras tanto, parece ser un mero espectador, incapaz de intervenir o de controlar la situación.
A medida que la lucha por el poder dentro del cártel continúa, los "mayitos", hijos de "El Mayo" Zambada, se han convertido en figuras clave. Esta nueva generación está al frente de una guerra que parece no tener fin. Mientras tanto, los ciudadanos de Culiacán, aquellos que no tenemos nada que ver con este conflicto, seguimos siendo las víctimas invisibles de una violencia que no entiende de inocentes.
La vida en Culiacán ha cambiado radicalmente desde el 25 de julio, cuando se anunció la detención de "El Mayo". Esa fecha marcó el inicio de una nueva era de violencia, una era que parece no tener fin. Las noches tranquilas ya no existen, y cada día es un desafío para sobrevivir en una ciudad donde el gobierno ha perdido el control.
El lunes, la realidad fue que mientras el gobernador de Sinaloa salía a decir que todo estaba bajo control, los enfrentamientos continuaban. Autos quemados, enfrentamientos armados y ponchallantas sembrados por las calles eran solo el preludio de lo que vendría en los días siguientes. Lo paradójico es que, mientras los ciudadanos vivían un infierno, el gobernador decidió salir a caminar por el malecón como si nada estuviera ocurriendo. Una imagen que en lugar de tranquilizar, provocó una oleada de memes y burlas entre la población. ¿Cómo pretender que todo está bien cuando la violencia domina las calles?
El mensaje de negación por parte del gobierno local se mantuvo toda la semana. Sin embargo, la realidad era imposible de ignorar. Culiacán no estaba bien, y la violencia no se limitaba solo a esta ciudad. Otras localidades como San Ignacio, Cosalá y Concordia comenzaron a sumar muertos, heridos y personas privadas de su libertad. Las cifras de la tragedia se acumulaban con velocidad. En solo una semana, 19 muertos, 11 heridos, 28 personas desaparecidas y 36 vehículos robados. A pesar de todo, el gobierno seguía afirmando que "no pasa nada".
Lo más inquietante no es solo la violencia misma, sino la falta de reacción y estrategia por parte de las autoridades. Desde la entrega de Ismael "El Mayo" Zambada, el gobierno federal ha sido un espectador pasivo, mientras las facciones del narco se disputan el control del estado. El conflicto entre los hijos de los líderes, los famosos "Mayitos" y los "Chapitos", ha desatado una guerra interna que parece no tener fin.
Es obvio que los acuerdos de antaño, esos que lograban mantener una tensa paz, han desaparecido. Los líderes de antes, quienes entendían la necesidad de mantener un equilibrio para evitar una guerra abierta, ya no están en control. Hoy, son los hijos, más jóvenes y más violentos, quienes se disputan el poder sin importar las consecuencias.
La figura de Ismael "El Mayo" Zambada sigue siendo clave en esta narrativa. Su entrega o traición, como algunos la han llamado, ha cambiado el tablero por completo. Su vasta información, que incluye nombres y vínculos de políticos y autoridades de alto rango, tiene a más de uno sin dormir. A medida que se acerca un proceso electoral crucial en Estados Unidos, el peso de la información que "El Mayo" posee cobra aún más relevancia.
En este escenario, los días de paz para Sinaloa parecen lejanos. Mientras no se logre un acuerdo entre las facciones, la violencia seguirá siendo el pan de cada día. La pregunta no es si habrá más derramamiento de sangre, sino cuándo terminará esta guerra por el control del narcotráfico, una guerra que afecta a todos, desde el ciudadano común hasta los altos mandos del gobierno.
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