Como Iglesia cristiana, creemos en la palabra de Dios, y ésta, como nuestra regla de fe y conducta, es por eso que no estamos de acuerdo con la propuesta de nuestro señor Presidente de la República Enrique Peña Nieto, de permitir a las parejas del mismo sexo, de adoptar de forma legal un menor, haciendo hincapié, al hacer esta declaratoria, que no somos homofóbicos, o que despreciemos a las personas con un pensamiento diferente que el nuestro, sino que ese modo de pensar o de vivir, va en contra de los principios bíblicos, establecidos por Dios, además de que atentan contra las buenas costumbres morales de la sociedad.

Como iglesia, buscamos en lo esencial la unidad y en lo no esencial, la libertad, pero sobre todo, el amor al prójimo, es por eso que hacemos válido nuestro derecho de expresión y levantamos nuestra voz en contra de esta reforma que atenta contra los principios bíblicos, éticos y la moral, pero insistimos, amamos a los que piensan diferente a nosotros.

Como cristianos, es nuestro deber hacerles saber a estas personas que Dios les ama, y que quiere que vivan de acuerdo a su voluntad, por lo que no los rechazamos ni los excluimos, sino que los recibimos para que sean iluminados con la palabra de Dios, ya que por ella, podemos conocer la voluntad de Dios, y a través de la misma naturaleza, podemos ver que ésta forma de vida, va en contra de la voluntad de Dios.

Imaginémonos por un momento una comunidad, donde cada día este estilo de vida fuera más y más común y normal, y que más y más tomaran esta forma de pensamientos o de vivir, ¿qué sería de esta comunidad en 30 o 50 años?, cuando la totalidad viviera bajo este régimen, dejaría de existir, no hubiera vida, es por eso que hacemos un llamado al criterio común, a la conciencia, que pensemos, no en el día de hoy, sino en el futuro, porque las decisiones que hagamos, afectará en las generaciones futuras.