Vivimos tan acelerados en nuestro ir y venir diario, atareados en el trabajo, la escuela y todos los deberes que nos corresponden, que pocas veces tenemos tiempo para detenernos y observar a nuestro alrededor. ¿Alguien nos ve?

El apóstol Pablo escribió en 2ª a los Corintios 3:2 lo siguiente:

"Nuestras cartas sois vosotros, escritas en nuestros corazones, conocidas y leídas por todos los hombres".

Es decir, que cada uno de nosotros es una carta de recomendación (de Dios) para todo aquel que nos "lea"; Se puede traducir como: a todo aquel que nos vea, observe, también podemos agregar: todo aquel con quien convivimos, hablamos, trabajamos, etc.; lo que nos lleva a una enorme responsabilidad, pues cada día nos topamos con cientos de personas. Hay personas en la casa, la calle, en el autobús, en la oficina, en el colegio a la hora de recoger a los hijos, en el súper, en fin, están por todos lados y nosotros estamos muy ocupados y a contra tiempo como para preocuparnos sobre que están leyendo en nuestro comportamiento.

Es tiempo de hacer un alto, debemos parar, y leernos a nosotros mismos, hacer un autoexamen y preguntarnos ¿Es esto lo que quiero dejar de recuerdo a los que me conocen? y ¿Qué ejemplo les doy a los que no me conocen? ¿Es esta persona en la que me he convertido lo que siempre quise ser? Y la pregunta del millón ¿Qué puedo hacer para cambiar esta situación? No es simple, los cambios no son fáciles de aceptar, nos gustan las rutinas, pero sobre todo, no tenemos tiempo para esto; Pero, ¡necesitamos cambios! Podemos quejarnos del gobierno, de la contaminación, las injusticias que se ven a diario, pero si no estamos dispuestos a hacer nuestras pequeñas modificaciones, no podemos pedir a los demás que cambien, mucho menos exigir que lo hagan, nosotros mismos estamos reprobados como cartas de recomendación.

Ahora bien, resulta que hay un mundo de personas que vemos y nos ven a diario, y a los cuales podemos impactar para bien o para mal, pensemos por un momento en los jóvenes, los niños que en casa no tienen una figura paterna o sus padres viven trabajando todo el día sin tiempo para ellos para darles un consejo, mucho menos un abrazo. Para ellos podemos ser el mejor ejemplo que vean en toda su vida así sea por unos minutos, o uno más como de costumbre, tenemos una responsabilidad y una encomienda de parte de Dios, ser ejemplo desde nuestra conducta, manera de hablar, también mostrar el amor, la fe y la pureza pero no con palabras, sino con acciones. (1 Timoteo 4:12)
Existen demasiadas cosas malas en este mundo, noticias que desalientan nuestro corazón o que nos molestan y nos hacen sentir impotentes, pero, es momento de ser parte de esas, quizá escasas cosas buenas que se ven, comienza por mostrar tu sonrisa, saludar, dar los buenos días, ayudar a un adulto mayor a cruzar las calles, dejemos de esperar que otros cambien, seamos ese milagro viviente que se levanta cada mañana para mostrar que aún hay esperanza en este mundo.