Si algo caracteriza a nuestro mundo hoy día es la desesperanza. Vemos hogares rotos, violencia en las calles, suicidios, personas solitarias, deprimidas, atrapadas en las adicciones, crisis económica. Podríamos continuar con una larga lista de situaciones dolorosas que agobian a las personas hoy día.

¿Dónde podrá encontrar esperanza y alternativas de vida? Jesús dijo que "el ladrón no viene sino para hurtar y matar y destruir; yo he venido para que tengan vida y para que la tengan en abundancia" (Juan 10:10).
Jesús ofrece una vida abundante y con propósito ¿Cómo se va a hacer realidad esta extraordinaria oferta en la vida de quienes se debaten en la desesperanza?

La respuesta es que la iglesia, como comunidad que ha experimentado esta vida en Cristo, ha de comunicarla a quienes le rodean. Ha de proyectarse en servicio y testimonio a la sociedad circundante alentando la esperanza. La iglesia ha de ser una puerta abierta que invita a las personas a ingresar y a formar parte de esta comunidad viva, fraterna y sanadora. Esto es muy desafiante, pues significa que quienes constituimos la iglesia debemos vivir de tal modo que establezcamos la diferencia en la sociedad y demos constancia con nuestro vivir que realmente ha ocurrido un cambio sustancial en nuestra vida. Nuestros valores, nuestro trato fraterno y disposición servicial y paciente deben transmitir claramente el amor de Dios a los demás.

Recientemente leí un interesante artículo titulado ¿En qué creen los mexicanos? Sin duda el pueblo de México es muy religioso, la mayoría respondería positivamente a la pregunta ¿Creé usted en Dios? No obstante es frecuente encontrar un coctel muy singular de religiosidad porque un buen número de mexicanos cree también en la reencarnación, la santa muerte, el esoterismo y la brujería. Más allá de una interpretación sociológica de este fenómeno, esta tendencia a la religiosidad hace evidente el hecho de que las personas están en una desesperada y constante búsqueda de esperanza y seguridad. Nosotros tenemos en el evangelio la respuesta a la necesidad espiritual del ser humano.

Con nuestro vivir fraterno y andar cristiano señalemos el camino y hagamos presente la esperanza.