Domingo, 28 de Abril de 2024
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Opinión

La tragedia de Milpillas

Por Ángel Castillo Torres

El rumor se extendió por toda la comunidad como reguero de pólvora. Gamaliel, el maestro de la escuela primaria había abusado de cinco pequeñas. Los padres de las chiquillas no lo podían creer. La noticia los puso como locos. ¿Cómo era posible que un individuo al que se le había confiado la educación de lo más sagrado de la familia se hubiera atrevido a dañarlas en forma tan vil? Les hervía la sangre de solo imaginar el sufrimiento de las niñas. La ira abrió la puerta a un impulso incontenible de venganza que se apoderó de sus mentes. Había que hacer algo y pronto. Ese agravio no podía quedar así. El depredador merecía un castigo ejemplar. Poco a poco la furia se hizo colectiva y la comunidad decidió actuar frente a la ofensa.

Primero acudieron ante los directivos del plantel y éstos no hicieron nada. Negaron los hechos y se convirtieron en cómplice por omisión. Pasaron dos días y la irritación fue creciendo. La mente de los pobladores se fue envenenando.

Fueron luego ante el ministerio público y éste les salió con el cuento de que al no haber flagrancia no podían detener al sujeto. Esta insensible respuesta enardeció aún más a los ofendidos.

Entonces y ya con el diablo adentro decidieron hacer justicia por su mano.

Era el jueves 8 de noviembre como a eso de la una de la tarde cuando un hormiguero de enardecidos pobladores de Milpillas decidió ir a la escuela primaria “Niños Héroes” a ajustar cuentas con el presunto abusador. Lo encontraron todavía en el plantel.

El maléfico sujeto al ver llegar a los agraviados corrió a refugiarse en una bodega del plantel. Hasta allá llegó la turba profiriendo gritos, amenazas e insultos.

La directora de la escuela, atónita, llamó al 911 pidiendo ayuda y alrededor de la una treinta de la tarde se hicieron presentes policías estatales y ministeriales. Para entonces la cordura de los deshonrados había desaparecido. Sólo querían linchar al maestro aplicándole la Ley del talión: Ojo por ojo, diente por diente.

De nada sirvieron los buenos oficios, la templanza y experiencia del comandante Castillo Celestino quien trataba de calmar a los enfurecidos pobladores prometiéndoles que se haría justicia, que no habría impunidad. No lo escucharon. Se armó entonces la pelotera y la brigada de justicieros logró llegar hasta el acusado propinándole una salvaje golpiza. Dos veces lo tundieron con piedras, palos y golpes. La batalla campal entre pobladores y policías tuvo un saldo de seis guardianes del orden fracturados y descalabrados, además de diez personas detenidas como presuntos incitadores y agresores. Afortunadamente luego de angustiosos minutos de tensión, a sangre y fuego, las fuerzas de seguridad lograron llevarse al profesor del campo de batalla, mal herido pero lejos de las garras de una muerte casi segura.

Causas del linchamiento.

Un linchamiento es la expresión más dramática del hartazgo de una comunidad que sufre constantemente los agravios de la delincuencia y la negligencia de jueces y ministerios públicos.

Cuando ocurre un linchamiento estamos ante un sentimiento de indignación compartido por un grupo de pobladores que ante la falta de respuesta de las autoridades o la ausencia de seguridad, decide hacer justicia por propia mano. En un momento dado estalla la violencia que se expresa como una pasión incontenible. La indignación antecede a la violencia que luego se transforma en conducta colectiva que adquiere forma en la multitud.

Y aunque la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos en su artículo 17 párrafo establece que “ninguna persona podrá hacerse justicia por sí misma, ni ejercer violencia para reclamar su derecho”, a la hora de la verdad a una comunidad indignada esto le vale un comino.

De acuerdo con la Comisión Nacional de los Derechos Humanos durante 2018, 25 personas han sido linchadas y otros 40 intentos fueron frustrados. Por su parte un estudio del Instituto Belisario Domínguez del Senado de la República afirma que en los últimos 26 años en México se han

registrado por lo menos 366 linchamientos en diferentes estados de la república, principalmente en la zona centro-sur del país.

Cuando una comunidad lincha a un presunto delincuente pone en tela de juicio a las autoridades, al sistema de impartición de justicia, a los cuerpos policiacos y al Ministerio Público.

De vuelta al caso de Milpillas.

Volviendo al caso de Milpillas hay que enfatizar que luego de este trágico acontecimiento la Fiscalía General del estado, la Secretaria de Educación y la Comisión Ejecutiva de Atención a Víctimas tienen mucho que hacer para evitar que esto vuelva a repetirse y para reparar el daño ocasionado a la comunidad, a los padres afectados y sobre todo a las inocentes criaturas que presuntamente fueron abusadas.

La Fiscalía General del estado una vez más mostró su lentitud para actuar. Por ello debe capacitar con mayor rigor a sus ministerios públicos que en muchas ocasiones son insensibles, negligentes y demasiado burocráticos para atender casos como el ocurrido en Milpillas.

Por su parte la Secretaria de Educación de gobierno del estado debe implementar protocolos de actuación aplicables a casos como este. Supervisores y directores de escuelas deben estar entrenados y listos para tomar medidas precautorias desde el momento mismo en que haya el menor indicio de casos de abuso sexual a menores. Debe incluso periódicamente aplicar exámenes psicológicos para identificar a potenciales abusadores. Debe haber cero tolerancias para estos casos.

De acuerdo a cifras dadas a conocer por la Comisión Estatal de los Derechos Humanos de 2010 a la fecha se han emitido 21 recomendaciones a instituciones de educación por probable abuso sexual cometido por maestros. 39 niños, niñas y adolescentes fueron los afectados. El fenómeno es real. La SEGE debe actuar ya.

En cuanto a los integrantes de la Comisión Ejecutiva de Atención a Víctimas tendrán que redoblar esfuerzos para atender a los afectados.

Cuando un menor sufre abuso sexual hay daños psicológicos que pueden durar toda la vida. Esto debido a que se ha atentado contra su integridad física, mental y libre desarrollo de su infancia.

Decenas de estudios de especialistas han comprobado que un niño o niña abusada sufre por años trastornos psicológicos que incluyen crisis depresivas, ansiedad recurrente, estrés postraumático; dolores físicos sin razón médica que los justifique, cefaleas, trastornos gastrointestinales, bulimia nerviosa, alteraciones de la personalidad, conductas autodestructivas, ideas suicidas y baja autoestima. Y luego ya como adultos presentan dificultades en su rol como padres y como pareja.

Finalmente hay que decir que es un grave error que se hostigue y re victimice a la comunidad de Milpillas creyendo que con ello se les van a disuadir de otro intento de rebelión o linchamiento. Lo que deben hacer la autoridad es respetar su dolor, brindarles seguridad y reparar los daños.


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