Rodolfo del Ángel del Ángel
Hay una tendencia humana a dejar lo importante para después y descuidar nuestros deberes. Recuerdo a uno de mis profesores, el Dr. David Easterline, que solía decirnos que los plazos fatales son una bendición. Se refería al hecho de que había una fecha ya establecida para la entrega del trabajo académico con el cual él calificaría la materia. Esos plazos fatales son una bendición si realmente aprovechamos el tiempo de tal manera que, llegada la fecha estuviéramos preparados. Para el que no se preparó y dejó pasar ociosamente el tiempo, ese plazo definitivo no sería una bendición, sino el juicio definitivo, en este caso, reprobar el curso.
Dejar pasar todo un semestre y querer resolver todo bajo la presión del tiempo cuando ya no hay tiempo es evidencia de nuestra falta de responsabilidad. El tiempo jamás espera, avanza inexorablemente, el asunto es si lo sabemos aprovechar o no, de no hacerlo, las consecuencias son inevitables.
Cuando pensamos en el reino de Dios nos damos cuenta que somos bendecidos, ¡cuántas cosas valiosas nos ha confiado el Señor!: la vida, capacidades, los bienes de toda su buena creación, la familia, el trabajo. Él espera que hagamos un uso productivo de todos esos recursos cuidando lo que nos ha confiado y utilizándolos, sobre todo, para servir a los demás con humildad y espíritu de generosidad. De nada sirve la inteligencia, las habilidades, los bienes, si se malgastan inútilmente o si permanecen ociosos e improductivos. El asunto es que hay un plazo fatal, un momento puntual en el tiempo, en el que el Señor vendrá y pedirá cuentas a sus siervos. El siervo negligente no se afana, es irresponsable y abusivo. Razona de esta manera: "Mi amo no regresa por un tiempo, y comienza a golpear, a parrandear y a emborracharse" (Lucas 12:46 NTV) El retorno del Señor le sorprenderá porque "el amo regresará inesperadamente y sin previo aviso, cortará al siervo en pedazos y lo expulsará junto con los infieles" (Lucas 12:47 NTV)
Esa tendencia humana a pensar que podemos vivir irresponsablemente sin consecuencias es el síntoma de la impiedad anidada en el corazón que no tiene temor de Dios, que considera que todo le pertenece y que puede disponer a capricho de todo lo que tiene a mano. La diferencia entre los plazos fatales que regulan nuestra vida y el momento del retorno del Señor es que, los primeros tienen una fecha específica en el calendario, y el segundo, es decir el día en que regresará nuestro Señor, permanece en el misterio. Nadie sabe el día ni la hora. Eso significa que es necesario vivir siempre preparados, haciendo lo que nos corresponde, administrando de manera sabia lo que se nos ha confiado y que no nos pertenece. La voluntad de nuestro Señor es que vivamos vidas útiles, sabias y consagradas a su voluntad, que seamos agradecidos por todas las bendiciones que se nos han concedido, y que estemos siempre dispuestos al servicio en su nombre. Tal disposición no debe ser algo temporal o pasajero, sino todo un estilo de vida. De esta manera, ese día, sea cual fuere, no nos sorprenderá, contrariamente será un encuentro lleno de alegría. Vivamos cada día de nuestra vida como si el Señor fuera a venir hoy. "Estén vestidos, listos para servir y mantengan sus lámparas encendidas como si esperaran el regreso de su amo de la fiesta de bodas. Entonces estarán listos para abrirle la puerta y dejarlo entrar en el momento que llegue y llame". (Lucas 1235-36 NTV)
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