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"Sentí la mandíbula en mi cara": el impactante testimonio del científico mexicano atacado por un tiburón

"Sentí la mandíbula en mi cara": el impactante testimonio del científico mexicano atacado por un tiburón

Emsavalles| | Jueves, 13 de Noviembre de 2025| 09:30


  • "Sentí la mandíbula del tiburón clavarse en mi cara y en mi cabeza", relató el biólogo marino mexicano Mauricio Hoyos Padilla, tras sobrevivir a un ataque de tiburón galápagos de más de tres metros de largo mientras buceaba en la Isla del Coco, Costa Rica.

    El reconocido investigador, con más de tres décadas dedicadas al estudio de tiburones, participaba en una expedición de la Coalición One Ocean Worldwide cuando el incidente ocurrió. Pese a las graves heridas en el rostro y la cabeza, Hoyos aseguró que el episodio no le provocó miedo, sino un respeto aún mayor por estos animales.

    "Fue un comportamiento normal de un animal que se sintió amenazado y necesitó defenderse", explicó el científico en entrevista con BBC Mundo. "Creo que era una hembra embarazada; su reacción fue instintiva".

    El ataque a 40 metros de profundidad

    El 27 de septiembre, Hoyos descendió a 40 metros bajo el mar para colocar una marca acústica a una hembra de tiburón galápagos. El lugar era una "estación de limpieza", donde pequeños peces eliminan parásitos de grandes depredadores.

    Sin embargo, la maniobra se tornó crítica cuando el tiburón se abalanzó sobre él, mordiéndolo directamente en la cabeza.

    "Bajé la mirada y sentí cómo la mandíbula inferior se me enterraba en la mejilla y la parte superior en la cabeza. Estuve, imagino, un segundo dentro de su boca, y luego la abrió y me soltó", narró Hoyos.

    La fuerza del ataque rompió su careta y cortó su cable de oxígeno, dejándolo sin aire y a merced de la corriente a gran profundidad.

    Una lucha por sobrevivir

    "Cuando me di cuenta que de la manguera no estaba saliendo aire, tomé el octopus, el regulador auxiliar que usamos para emergencias, pero tampoco funcionó", explicó.

    Con sangre cubriéndole el rostro y la visibilidad reducida, el biólogo ascendió lentamente a la superficie siguiendo la luz, intentando no hacer movimientos bruscos que pudieran atraer al tiburón.

    "Sabía que tenía que mantenerme sereno. Subí despacio, sin pánico, porque cualquier movimiento errático podría ser fatal", recordó.

    Al llegar a la superficie, un joven de la tripulación lo ayudó a subir al bote, mientras el capitán alertaba a los guardaparques costarricenses.

    Cirugías, recuperación y un nuevo símbolo de vida

    El ataque dejó heridas profundas en su rostro y cráneo, además de un extenso hematoma en la mandíbula. Tras un viaje de 34 horas hasta recibir atención médica, se le practicó un lavado quirúrgico para limpiar las heridas, y dos días después se evaluó una posible reconstrucción facial.

    Contra todo pronóstico, su recuperación fue rápida y sin infecciones, lo que sorprendió al equipo médico, dada la gravedad del caso. En menos de dos meses, Hoyos recibió el alta médica.

    Hoy, la cicatriz en su mejilla —a la que él llama "branquias"— se ha convertido en un símbolo de supervivencia y compromiso con la conservación marina.

    "Esa marca me recuerda que sigo vivo gracias al mar, y que mi trabajo es seguir protegiendo a las especies que habitan en él", expresó el científico.

    Regresa al océano

    Lejos de abandonar su pasión, Mauricio Hoyos ya planea su próxima expedición científica a la Isla del Coco para enero de 2026, reafirmando su compromiso con la investigación y la defensa de los ecosistemas marinos.

    El especialista, quien ha colaborado con documentales de National Geographic y ha dedicado su carrera a la protección de tiburones blancos y galápagos, considera que su experiencia sirve para derribar los mitos de que los tiburones son asesinos.

    "No fue un ataque, fue una reacción natural. Si algo me dejó esta experiencia, es que el respeto por la vida marina debe ser absoluto", afirmó.

    "Sentí la mandíbula en mi cara": el impactante testimonio del científico mexicano atacado por un tiburón.

    "Sentí la mandíbula del tiburón clavarse en mi cara y en mi cabeza", relató el biólogo marino mexicano Mauricio Hoyos Padilla, tras sobrevivir a un ataque de tiburón galápagos de más de tres metros de largo mientras buceaba en la Isla del Coco, Costa Rica.

    El reconocido investigador, con más de tres décadas dedicadas al estudio de tiburones, participaba en una expedición de la Coalición One Ocean Worldwide cuando el incidente ocurrió. Pese a las graves heridas en el rostro y la cabeza, Hoyos aseguró que el episodio no le provocó miedo, sino un respeto aún mayor por estos animales.

    "Fue un comportamiento normal de un animal que se sintió amenazado y necesitó defenderse", explicó el científico en entrevista con BBC Mundo. "Creo que era una hembra embarazada; su reacción fue instintiva".

    El ataque a 40 metros de profundidad

    El 27 de septiembre, Hoyos descendió a 40 metros bajo el mar para colocar una marca acústica a una hembra de tiburón galápagos. El lugar era una "estación de limpieza", donde pequeños peces eliminan parásitos de grandes depredadores.

    Sin embargo, la maniobra se tornó crítica cuando el tiburón se abalanzó sobre él, mordiéndolo directamente en la cabeza.

    "Bajé la mirada y sentí cómo la mandíbula inferior se me enterraba en la mejilla y la parte superior en la cabeza. Estuve, imagino, un segundo dentro de su boca, y luego la abrió y me soltó", narró Hoyos.

    La fuerza del ataque rompió su careta y cortó su cable de oxígeno, dejándolo sin aire y a merced de la corriente a gran profundidad.

    Una lucha por sobrevivir

    "Cuando me di cuenta que de la manguera no estaba saliendo aire, tomé el octopus, el regulador auxiliar que usamos para emergencias, pero tampoco funcionó", explicó.

    Con sangre cubriéndole el rostro y la visibilidad reducida, el biólogo ascendió lentamente a la superficie siguiendo la luz, intentando no hacer movimientos bruscos que pudieran atraer al tiburón.

    "Sabía que tenía que mantenerme sereno. Subí despacio, sin pánico, porque cualquier movimiento errático podría ser fatal", recordó.

    Al llegar a la superficie, un joven de la tripulación lo ayudó a subir al bote, mientras el capitán alertaba a los guardaparques costarricenses.

    Cirugías, recuperación y un nuevo símbolo de vida

    El ataque dejó heridas profundas en su rostro y cráneo, además de un extenso hematoma en la mandíbula. Tras un viaje de 34 horas hasta recibir atención médica, se le practicó un lavado quirúrgico para limpiar las heridas, y dos días después se evaluó una posible reconstrucción facial.

    Contra todo pronóstico, su recuperación fue rápida y sin infecciones, lo que sorprendió al equipo médico, dada la gravedad del caso. En menos de dos meses, Hoyos recibió el alta médica.

    Hoy, la cicatriz en su mejilla —a la que él llama "branquias"— se ha convertido en un símbolo de supervivencia y compromiso con la conservación marina.

    "Esa marca me recuerda que sigo vivo gracias al mar, y que mi trabajo es seguir protegiendo a las especies que habitan en él", expresó el científico.

    Regresa al océano

    Lejos de abandonar su pasión, Mauricio Hoyos ya planea su próxima expedición científica a la Isla del Coco para enero de 2026, reafirmando su compromiso con la investigación y la defensa de los ecosistemas marinos.

    El especialista, quien ha colaborado con documentales de National Geographic y ha dedicado su carrera a la protección de tiburones blancos y galápagos, considera que su experiencia sirve para derribar los mitos de que los tiburones son asesinos.

    "No fue un ataque, fue una reacción natural. Si algo me dejó esta experiencia, es que el respeto por la vida marina debe ser absoluto", afirmó.

     


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