Jueves, 09 de Mayo de 2024
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Semana del 31 de Julio al 06 de Agosto de 2015

Rodeado de ángeles, se despidió el primer ocupante de "Los Abuelos"

Rodeado de ángeles, se despidió el primer ocupante de "Los Abuelos"

Alfredo Lara Álvarez



El frío reloj del hospital general de Ciudad Valles, marcaba las 05:45 horas de la tarde del sábado 26 de Abril, cuando el padre Miguel de la parroquia del Carmen, daba los santos óleos a Don Paulino, que se despidió amablemente, agradeciendo el apoyo que le ofrecieron esos ángeles, los que lo atendieron antes de que fuera dejado en manos del asilo de ancianos, por un descuido, por una envidia, por esa idea arrogante del mexicano llamada envidia; finalmente, dio el último suspiro, se entregó a quien lo haya recibido, en su descanso eterno, para ocupar en forma de cuerpo, entre desbaratos y complejidades, el primer lote, sin querer ni planearlo, del cementerio "Los Abuelos".

Los ángeles, como los llamaba Don Paulino, es un grupo de mujeres que cuidó de él durante varios años, casi 6 según la señora Esmeralda Landaverde, presidenta de colonos del Fraccionamiento El Sol, en Ciudad Valles, a quien acudieron los vecinos de un señor que llegó ahí, a su colonia, y que se encontraba en pésimas condiciones, debido a una serie de malestares que se le acumularon por tristeza, por olvido, por oprobio de su propio "entenado", el hijo que adoptó junto con su esposa a la edad de 2 años, y que solo dio muestra de que no reconocía su sangre, ni siquiera a quien lo engendró, Don paulino y su esposa, de quien nunca se supo su nombre.

Oriundo de Santa Cruz Coroneo, Guanajuato, México, eso dice su acta de nacimiento, se cruzó de mojado a corta edad, trabajando por varios años en el vecino país del Norte, igual que todo mexicano, a vivir el sueño americano, del cual solo se decepcionó, obligándolo a regresar a su lugar natal, pero por azares del destino, conoció a su mujer, allá, en la tierra de José Alfredo Jiménez, con la que contrajo matrimonio y se vino a vivir a Ciudad Valles, en la colonia 12 de Enero, en donde construyó su propia casa, pues por buen maestro albañil se le conocía, para después de un tiempo, lograr la adopción de su malagradecido hijastro, y tener una aparente vida feliz, la que se fue decayendo poco a poco, cuando a su esposa le detectaron cáncer.

Todo fue contado por él, quien decía que quería casarse nuevamente, sería por alucinar o por mera necesidad de no tener que estar solo a sus 82 años de edad, según dice doña Esmeralda, quien se hizo cargo de él cuando sus vecinas, esas doñas que pueden dejar el niño en la calle pero bien saben dónde anda, le pidieron que las apoyara para cuidarlo y atenderlo.

EL NUEVO VECINO, SE GANÓ UNA NUEVA FAMILIA

Según los mismos habitantes aledaños al señor Paulino Diego Cabrera Ruiz, hace unos 6 años llegó al fraccionamiento, habiendo comprado una casita a la dueña originaria del inmueble, movimiento realizado por ese hijo, de oficio reparador de zapatos y de origen beodo, a quien todos conocieron solo de vista, y quien abusaba de su vecino, el señor Paulino, quien con sus ahorros pudo adquirir esa nueva vivienda, lo que podría ser un nuevo comienzo, sueño quebrado por su hijastro, Sergio, pues le quitaba su pago de oportunidades, su dinerito ahorrado, y quien le dijo que la casa había costado más de 100 mil pesos, pero pagó menos de 80 mil, lo que lo llevó a decaer bruscamente, aunado a los problemas de salud que traía como la insuficiencia respiratoria o la enfermedad pulmonar obstructiva crónica, y el denominado, tabaquismo crónico, lo que le dejaron años de fumar mientras trabajaba como alarife.

Hundido en su miseria, de una casa de INFONAVIT en malas condiciones, desatendida y descuidad, viviendo prácticamente entre harapos y viejos remiendos de muebles, fue rescatado por esos ángeles, una por una fueron añadiéndose a la lista de ayuda, aunque pocas, pero sinceras y seguras, doña Adriana de la Lázaro Cárdenas, doña Alma, quien seguido le daba de comer, su atolito, sus taquitos, sus gordas calientitas, para que no se muriera de hambre, y llegó la señora blanca, que le apoyaba en asear al pobre anciano, que fue llenando sus ojos de un poco de alegría, un poco de ilusión, esos que se habían llenado de tanta tristeza por haber perdido a su mujer, a su amada viejita que en sus últimos días de vida recordara, confundiendo a doña Esmeralda y diciéndole que se iba a recuperar, para repara la casa, para salir adelante.

Los pequeños de esas jefas del hogar, eran prácticamente los nietos de don Paulino, quienes se metían a su casa a jugar, a darle un rato de alegría, de felicidad, de ganas de vivir, "son sus nietos don Paulino", le decían, "Son mis nietos", repetía; Hasta el sacerdote Miguel Camacho de la parroquia del Carmen se unió a la ayuda, y pudo tener pañales para adulto, algo de comida, e incluso una humilde pero agradable cama, donde reposar sus cansados huesos, fue apoyado para obtener de nuevo sus documentos, pues su hijo ni los buenos deseos le dejó, al haberse gastado todo lo de las pensiones que cobrara de su viejo, papeles como el acta de nacimiento, credencial del IFE, tarjeta del INAPAM y hasta al programa de 70 y más pudieron inscribirlo, todo con desinterés de las vecinas de don Paulino, "sus mujeres", sus amigas, sus ángeles.

UN 2014 MUY TRISTE POR LA ENVIDIA DEL SER HUMANO

La desgracia parecía volver a la vida de don Paulino, pues una vecina que parecía interesada en su salud, de esas que no falta una en cada colonia, comenzó a exigir los documentos del señor, que por que la presidenta de la colonia le quería quitar todo, comenzando esos chismes de barrio que solo provocan disgregación y a fin de cuentas, logró a doña Esmeralda a desistir y entregarle la aparente "custodia" del pobre de don Paulino, para demostrar que la envidia y el interés personal era su propósito, al desatender por completo al abandonado albañil, y fue en Julio del 2014, cuando una repentina visita de la trabajadora social del DIF, reveló lo que sucedía, las deplorables condiciones en las que volvieron a tener el protagonista, triste, llagado, adolorido, sin comer y en medio de desperdicios humanos, fue enviado al asilo de ancianos San Martín de Porres, volviendo la responsabilidad a doña Esmeralda, quien solía ir a verlo de vez en cuando, escuchando a don Paulino que "estaba bien" que "le gustaba estar en el asilo".

CRISTIANA Y COMPLICADA SEPULTADA LOGRÓ TENER EL ZAPATERO.

El calendario marcaba el 22 de Abril del presente año en la casa de la presidenta de la colonia que apoyaba a don Paulino en todo, cuando le avisaron del asilo de ancianos que trasladarían al señor al hospital general, debido al estado grave en el que se encontraba de saluda, todas esas fumadas de tabaco le habían generado complejidad al respirar y no poder expulsar flemas, que ni las nebulizaciones arrancaban; nuevamente el padre tuvo que intervenir, cuidando al decaído anciano, en la cama fría de sábanas no menos frías del hospital general, un día una voluntaria, otro día la señora Esmeralda, que descansó la tarde de ese sábado, y quien recibió el balde de agua fría, al saber del padre que el también de oficio zapatero, había finalmente descansado, enviando el último suspiro.

Sin recursos ni dinero, la hermandad de vecinos salió a la luz al cooperar para correr con los gastos del sepelio, pues incluso lo tuvieron que velar en su propia casa, y la movilización de doña Esmeralda, logró obtener un pedacito de terreno, un lote, el primero designado en el predio "Los Abuelos", del Ejido Tampaya en donde hasta una cruz regalada por un vecino carpintero, pudo tener el viejito.

Una vetusta vivienda dejó tras de él, una vieja cama sin colchón, un intento de ropero viejo con ropas sucias, una mesa con un par de botas viejas, un cepillo y un rastrillo de plástico, quedaron como testigos, un cuarto anexo construido con palos cuenta en su interior con rasgados zapatos y una oxidada viga de donde pendió un hilo que tentó al anciano en una ocasión para quitarse la vida, una pequeña mesa en lo que fuera la sala, con velas y una fotografía de don Paulino quedan aun de recuerdo, de ese día que bien bañado y rasurado por sus amigos, sus vecinos, su familia, lo visitaron y le tomaron el retrato.

El moño negro en la puerta de entrada, muestra luto por el ser humano perseguido por la desgracia los últimos años de su vida, y que obtuvo ilusiones nuevamente, rescatado por la generosidad humana, por el cariño y por esos "ángeles" que cuidaron de él... y que finalmente "Los Abuelos" le dieron la bienvenida.

 


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