Sábado, 27 de Abril de 2024
CIUDAD VALLES, S.L.P.
DIRECTOR GENERAL.
SAMUEL ROA BOTELLO
Semana del 11 de Agosto al 17 de Agosto de 2016

Un principio fundamental

Un principio fundamental

Rodolfo del Ángel del Ángel



Todos deseamos relaciones familiares que produzcan bienestar. Queremos una relación de pareja que llene nuestras expectativas y nos haga felices, deseamos hijos que nos amen y nos respeten como figuras de autoridad. Hay toda una lista de expectativas y deseos que conforman el anhelo de familia a la cual aspiramos ¿por qué con frecuencia esos deseos se ven frustrados? ¿Por qué parece que vivimos en la insatisfacción y el descontento con la forma como convivimos en el hogar? Ciertamente que la generación presente es de cambio y pluralidad.

Hoy vemos que la realidad social que vivimos escapa a los moldes tradicionales de la familia mono parental. Hablamos de familias pues la manera en la que estas se conforman hoy días es diversa. No obstante, los principios fundamentales de la Palabra de Dios son intemporales. En este sentido necesitamos retorna a los esencial, a lo que no debe cambiar para que la familia, no obstante su diversidad, cumpla el propósito para el cual Dios la constituyó, a saber, ser ese laboratorio en el que las personas, a partir de relaciones significativas caracterizadas por la confianza, el amor y la fe se preparen para vivir la vida conforme al propósito de Dios.

¿Por qué con frecuencia las relaciones hacia le interior de la familia están caracterizadas más bien por la frustración y el desaliento? Muchas son las razones y espacio me faltaría para abordarlas aquí, pero creo que una razón es que esperamos de un ser humano lo que sólo Dios puede darnos: amor perfecto.

El amor humano es un llamado al crecimiento, un desafío constante a dejar la condición de niño inmaduro, para aspirar, gradualmente a la madurez en Cristo. Esa aspiración que nos empuja al crecimiento es, en primer término, un compromiso personal, y luego una actitud que me lleva a relacionarme con una disposición paciente y perdonadora hacia las personas con las que comparto la vida. Entre más cercana e íntima es una relación, la exigencia es mayor.

Si las cosas no andan bien en el matrimonio y en el hogar en general es preciso iniciar el cambio. Ese cambio tiene un punto de partida específico: Mi propia persona; tiene también una exigencia suprema: Definir mis prioridades. No es a un ser humano al que debemos amar sobre todas las cosas, es a Dios Creador y Redentor. Justamente cuando Dios ocupa el lugar que le corresponde en nuestro corazón, todos los demás afectos, con sus bendiciones y exigencias tomarán el valor y la importancia que justamente merecen.

Así es que a las preguntas: ¿Cómo puede ir mejor mi matrimonio? ¿Cómo puedo ser un mejor padre? ¿Cómo puedo ser un mejor hijo? Yo respondería con otra pregunta: ¿Es Dios el supremo amor de tu existencia?

 


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