Miércoles, 01 de Mayo de 2024
CIUDAD VALLES, S.L.P.
DIRECTOR GENERAL.
SAMUEL ROA BOTELLO
Semana del 31 de Enero al 06 de Febrero de 2020

Tú me guardas en tu perfecta paz

Tú me guardas en tu perfecta paz

Rodolfo del Ángel del Ángel



Este mundo está lleno de inquietudes, y tú, Señor, nos advertiste que las aflicciones vendrían, nos dijiste que este mundo jamás podría darnos algo que fuera verdadero, perdurable, real.

Cierto, está vida es pasajera, es un tránsito hacia la eternidad. Para nosotros, tus discípulos, esa eternidad es el cielo, la plena realización, la perfecta bienaventuranza, la comunión sin término, la alegría sin sombra de aflicción.

¡Ah! Esta vida aquí nos deja hambrientos de amor, anhelantes de los bienes que tienen un eterno peso de gloria.

Cierto, Señor, que todo cuanto en esta vida nos concedes debemos recibirlo con gratitud. Los afectos familiares, la gracia de la amistad, el disfrute de los buenos placeres, el trabajo. Pero también, el dolor, el quebranto, la necesidad, pues cada una de estas cosas nos hacen valorar tus bendiciones y, sobre todo, no apegarnos demasiado a las cosas. Todo es provisional. El gozo que experimentamos en este mundo no es sino el anticipo de aquel que gozaremos en tu presencia, el dolor que aquí vivimos es pasajero y nos hace recordar que un día toda lágrima será enjugada.

Mientras tanto, tú promesa se mantiene firme y real en medio de las relatividades de este mundo: - “Paz a ustedes”.

Así, Señor, nos recuerdas que la paz que nos prometes no es para el futuro, es un bien para el presente, para esta vida. Cierto, las aflicciones y la contradicción están allí, son reales, pero cierto también que tú promesa permanece: - “Yo te guardaré en completa paz”.

Y esa paz prometida tiene garantía absoluta. Tú viviste la más terrible aflicción del cuerpo y del alma en la cruz para comprar para los tuyos ese derecho y lo confirmaste en el glorioso triunfo de tu resurrección.

Por eso, Señor, te doy gracias porque nada en este mundo puede quitarme esa bendita seguridad, nada, ni nadie puede arrebatar de mi corazón la confianza que viene de ti.

Gracias Señor por tu paz que me guarda de la inquietud, que me da confianza y valor, que me alientas en las aflicciones, que me da fuerza en las adversidades.

Tú paz me da gozo, confianza y fe. Tú paz es contentamiento y reposo en un mundo inquietante.

¡Gracias por el don de tu paz!

 


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