Lunes, 02 de Diciembre de 2024
CIUDAD VALLES, S.L.P.
DIRECTOR GENERAL.
SAMUEL ROA BOTELLO
Semana del 01 de Noviembre al 07 de Noviembre de 2024

¿Comparecencias o farsa? Respuestas preparadas y diputados desinformados

¿Comparecencias o farsa? Respuestas preparadas y diputados desinformados



Las recientes comparecencias de funcionarios del gobierno estatal ante el Congreso dejaron mucho que desear. Lo que debería ser un ejercicio serio de rendición de cuentas, donde los diputados cuestionan de manera informada y exhaustiva a los responsables de las diversas secretarías, se convirtió en una especie de pasarela política, sin el menor atisbo de análisis o autocrítica. Desde la distribución de preguntas preaprobadas para que los funcionarios llegaran con las respuestas listas, hasta la organización de cuatro comparecencias en un solo día, lo que se observó fue un evidente desprecio por la verdadera fiscalización y, en última instancia, una falta de respeto al papel de la legislatura como representante de la ciudadanía.

En este contexto, los diputados parecían más interesados en felicitar a los secretarios por su presencia y su "trabajo", en lugar de cuestionar temas críticos que afectan al estado y que, en muchos casos, se han convertido en una urgencia. Saludos de cortesía, elogios exagerados y una serie de fórmulas vacías fueron la constante, lo que llevó a que se perdiera la oportunidad de generar un diálogo fructífero que abordara las problemáticas más apremiantes. Las comparecencias se tornaron en una escena lamentable donde algunos diputados llegaron al extremo de actuar como defensores de los funcionarios, en lugar de como fiscalizadores. La pregunta es inevitable: ¿a quién representan realmente?

El ejercicio de las comparecencias se encuentra claramente establecido en la Constitución, y no es un favor que los secretarios le hacen al Congreso, sino una obligación. Sin embargo, parece que algunos legisladores olvidan este mandato, y al recibir a los funcionarios con saludos y halagos, diluyen la importancia de su propio rol. En un verdadero ejercicio de transparencia, se esperaría que los diputados cuestionaran con profundidad y pidieran explicaciones claras y detalladas sobre el uso de recursos públicos y el desempeño de cada dependencia. Sin embargo, el espectáculo que se presenció no fue precisamente el de una fiscalización seria. Es evidente que el Congreso, al menos en esta ocasión, abdicó de su responsabilidad de representar los intereses de la ciudadanía y exigió cuentas de una manera que parece poco menos que superficial.

Los funcionarios, por su parte, no parecen estar a la altura de los retos que enfrenta el estado. Por ejemplo, el secretario de Educación, quien, sin necesidad de leer, respondió preguntas con frases vacías o equivocadas, lo que evidenció una alarmante falta de preparación para el cargo que ocupa. Mientras tanto, en otras comparecencias, secretarios que no conocían datos básicos de sus propias áreas de trabajo dejaron en claro que no estaban preparados para el escrutinio. Tal es el caso de la Secretaría de Finanzas, cuya titular fue incapaz de explicar la deuda pública con claridad. Ante preguntas críticas sobre temas financieros, su respuesta fue que los datos eran "dinámicos", una evasiva inaceptable en un funcionario que debería conocer en detalle la situación fiscal del estado.

Aún más decepcionante fue ver cómo algunos diputados optaron por defender a los secretarios, argumentando que las explicaciones dadas eran suficientes. En un caso específico, cuando se le cuestionó a la Secretaría de Finanzas sobre el pago pendiente de becas para niños con discapacidad, en lugar de exigir claridad, algunos legisladores la defendieron, asegurando que la situación ya estaba resuelta, cuando los datos indican lo contrario. Este tipo de actitudes sólo abonan a la desconfianza en las instituciones y en el proceso de transparencia, pues mientras algunos legisladores desempeñan su papel como meros espectadores, la ciudadanía se enfrenta a problemas reales y concretos sin respuesta.

Por otro lado, mientras el secretario de Seguridad y el secretario general de Gobierno presentaron informes estructurados y respondieron de manera amplia a las preguntas, la falta de rigor en las otras comparecencias dejó al Congreso y a la ciudadanía sin la información que realmente interesa. Además, con cuatro comparecencias en un solo día, la agenda se volvió una maratón donde era imposible analizar cada intervención a fondo. La rapidez con la que se desarrollaron las comparecencias sólo refuerza la percepción de que no hubo un interés genuino por parte del Congreso en exigir explicaciones.

Si las comparecencias buscan ampliar y aclarar el informe escrito que el gobierno entrega, es fundamental que se disponga del tiempo necesario para discutir en detalle cada punto, cada cifra y cada iniciativa. Sin embargo, los funcionarios se limitaron a lo estrictamente necesario, cumpliendo con el trámite de responder sin mayor esfuerzo. El mensaje, lamentablemente, es claro: tanto los diputados como los funcionarios carecen de la disposición o la capacidad de participar en un ejercicio serio de transparencia.

Es imperativo que se replanteen los procesos y protocolos de estas comparecencias. La ciudadanía merece funcionarios responsables, capaces de rendir cuentas y de enfrentar cuestionamientos sólidos sobre sus decisiones. De igual forma, se necesita un Congreso que realmente asuma el rol de ser el contrapeso de los poderes ejecutivo y judicial, en lugar de desempeñar el papel de "animador" o "abogado defensor" de los funcionarios. Los diputados deben recordar que su trabajo no es defender a los secretarios ni hacerles sentir cómodos; su trabajo es cuestionarlos, exigirles y, si es necesario, señalarlos cuando su desempeño no esté a la altura de las demandas de la sociedad.

En este momento crítico, cuando el estado enfrenta grandes retos en materia de seguridad, educación y finanzas, el Congreso y sus representantes tienen la obligación de elevar el nivel de sus intervenciones y no quedarse en la comodidad de una actitud complaciente. Los ciudadanos no necesitan discursos vacíos ni saludos de bienvenida, sino un análisis profundo, una verdadera rendición de cuentas y, sobre todo, un compromiso genuino con la solución de los problemas reales.

La pasividad y la complacencia de los diputados y la falta de preparación de muchos funcionarios generan una atmósfera de desconfianza que debilita el tejido democrático. Es responsabilidad de nuestros representantes cambiar esta percepción, asumir sus funciones y estar a la altura de las necesidades de los ciudadanos. Los procesos de comparecencia no son pasarelas ni espacios de cortesía; son momentos críticos para la transparencia y la rendición de cuentas.

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