Viernes, 26 de Abril de 2024
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Semana del 21 de Noviembre al 27 de Noviembre 2014

Un general con los infiltrados de Palacio

Un general con los infiltrados de Palacio

Juan Veledíaz/www.estadomayor.com



Ante el mar de dudas sobre el origen de los disturbios protagonizados por individuos encapuchados que desembocaron en la quema parcial de la puerta de Palacio Nacional la noche del pasado sábado 8 de noviembre, un militar de alto rango el general brigadier Gustavo Ramírez Palacios, subjefe de seguridad del Estado Mayor Presidencial (EMP), fue captado en medio de los rijosos con quienes discutió y se enfrentó. Poco después se presentó en aparente estado de ebriedad frente a los medios de comunicación, donde dejó entrever que en esas condiciones anduvo la noche del intento de sabotaje al recinto sede del Poder Ejecutivo.

La imagen era de un hombre fornido, vestido con playera azul oscura quien lucía un característico corte de pelo militar. Traía sangre en el costado izquierdo del rostro, como si hubiera sido descalabrado. Su figura apareció detrás de la valla metálica que resguardaba la fachada de Palacio Nacional, momentos después de que la noche del pasado sábado 8 de noviembre un grupo de individuos encapuchados prendieran fuego a la puerta principal del recinto. Habían transcurrido un par de horas de que la marcha pacífica convocada por redes ciudadanas en Internet, para protestar por lo ocurrido con los 43 estudiantes desaparecidos de Ayotzinapa, había terminado sin incidentes en su trayectoria de Paseo de la Reforma, frente a la sede de la PGR donde partió, al Zócalo de la Ciudad de México. Un vehículo con altavoz invitó a los marchistas a retirarse de la plaza de manera ordenada, y dirigirse al Ángel de la Independencia donde tendrían una concentración.

Al paso de los minutos más de la mitad de los manifestantes se retiró del Zócalo, quedándose un contingente de medio millar de personas que se concentraron frente al acceso principal. El tono de las consignas comenzó a elevarse, algunas de ellas exigían la renuncia del presidente Enrique Peña Nieto. La mas coreada era la de contabilizar del uno al 43, en alusión a los normalistas desaparecidos, para terminar con el grito de ¡Justicia!

En la parte alta del recinto elementos de la Policía Militar y efectivos del Estado Mayor Presidencial, comenzaron a asomarse y fueron enfocados por rayos laser que salían de aparatos que traía la gente. En un momento determinado un grupo de encapuchados comenzó a pintar con espray consignas en los muros del palacio y en la puerta. Se escucharon detonaciones de cohetones y bombas molotov y de pronto se levantó una llama desde la parte baja de la puerta que iluminó a los rijosos. En minutos el sistema de seguridad se activó y mediante chorros de agua redujeron las llamas. Después vinieron los embates de varios encapuchados quienes tomaron vallas metálicas y arremetieron en grupo contra la puerta para intentar derribarla.

Fue en vano pues los sistemas de seguridad interior están reforzados con placas de acero. De pronto se escuchó la detonación de otra bomba molotov a la que le siguió una fuerte llamarada. El fuego se reactivo y en ese momento comenzaron a llegar policías antimotines. Con las llamas reducidas del interior de palacio salieron efectivos del Estado Mayor Presidencial, algunos de ellos habían sido vistos con antelación entre los encapuchados. En medio de la confusión, entre piedras, palos que volaban, con vallas regadas por todas partes, se restableció el perímetro de seguridad. Mientras la policía arremetía contra los rijosos, contra periodistas y personas que grababan en video, poco después apareció un individuo que horas antes había protagonizado una discusión con varios manifestantes frente al acceso al recinto. Llamó la atención por la forma en que se dirigía a quienes ahí estaban presentes.

—¿Cuál es su nombre…?—preguntó un grupo de reporteros que se había apostado con cámaras de teléfono celular, micrófonos y libretas detrás de la restablecida valla de seguridad.

—¿Usted quien es, usted qué cargo tiene?—insistían.

El individuo se acercó caminando acompañado de otro hombre que lo custodiaba, mientras con las dos manos sujetó firme la valla metálica como si se quisiera sostener.

—Oiga, qué le pasó en la cara?—le preguntaron.

—¿Pues qué no vieron?—respondió.

—No alcancé a ver—dijo uno de los reporteros.

—Me metí entre los manifestantes para tratar de sacarlos de donde estaban quemando Palacio Nacional—aseguró con un tono de voz donde las palabras parecía que se le resbalaban.

—¿Se metió solo?—preguntó otro de los reporteros.

—Qué, qué… si señor…—, reviró el militar—No les dije nada. Simplemente que no tenían por qué estar quemando palacio nacional—. Entonces le hicieron varias preguntas a las que no hizo caso, salvo las que le dirigieron quienes estaban casi enfrente.

—Señor usted es ciudadano ¿usted trabaja aquí en Palacio Nacional?—preguntó una reportera.

—Si trabajo en Palacio Nacional—dijo.

—¿De vigilancia?

—Soy de vigilancia—decía mientras no dejaba de mover la cabeza.

—¿Cuál es su nombre?—preguntó alguien más.

—¿Usted es militar o federal?—insistió una reportera.

El hombre se quedó callado, levantó la mano derecha como si quisiera tapar los lentes de las cámaras y movía la cabeza desaprobando la pregunta. En ese momento uno de los hombres que lo acompañaba, vestido de azul marino con gorro, uniforme de faena del Estado Mayor Presidencial (EMP), lo tomó del brazo izquierdo e intentó llevárselo de la improvisada entrevista. En eso se escucharon un par de preguntas que hicieron que su rostro se desencajara y regresara a responder.

—¿Por qué alcoholizado?—pregunto un reportero. —¿Está tomado?—cuestionó otro.

El militar se dirigió al primero que le hizo la pregunta.

—¿Usted cree que estoy alcoholizado para defender a… todo esto…?—, decía mientras intentaba zafarse del hombre que lo acompañaba quien buscaba jalarlo fuera de los reflectores.

—El alcoholizado eres tú…—, reviró en tono molesto mientras apuntaba con su dedo al reportero que le hizo la primera pregunta. En ese momento se retiró junto al individuo que no dejó de jalarlo del brazo durante toda la entrevista.

Contra el servicio secreto

Aquel individuo era el general brigadier Gustavo Ramírez Palacios, subjefe de seguridad del Estado Mayor Presidencial, y encargado según su dicho, de Palacio Nacional. El recinto albergó hasta hace unos años la comandancia de la primera región militar, que cubre los estados y zonas militares de la ciudad de México, Puebla, Tlaxcala, Hidalgo, Morelos y Estado de México, la cual ahora se localiza en la zona de hangares del aeropuerto internacional de la capital del país. En palacio se localiza el despacho presidencial y las oficinas de algunas dependencias federales como la secretaría de Hacienda.

Ramírez Palacios ascendió a general el 20 de noviembre del 2009, y su grado fue ratificado por el Senado en marzo del 2010. Como subjefe de seguridad protagonizó en mayo del 2013, durante la visita del presidente Barack Obama a México, un altercado que casi termina en riña con agentes del Servicio Secreto estadounidense, encargado de la seguridad del mandatario norteamericano.

Versiones periodísticas difundieron que el general Ramírez Palacios se encontraba en el Museo de Antropología donde Obama dictaba una conferencia magistral a cerca de 800 jóvenes. En un momento determinado caminó por uno de los arcos detectores de metales lo que activó la alarma y puso nerviosos a los norteamericanos.

Un agente del Servicio Secreto se acercó para revisar al general, lo que precipitó una molesta reacción de sus subordinados. Hubo un momento de tensión que casi termina en riña, pero la identificación del general Ramírez Palacios como subjefe del Estado Mayor Presidencial, disminuyó la intensidad del altercado. La molestia estaba a tal nivel que se pensó en retirar los arcos detectores de metales, algo que no le pareció a los estadounidenses. Hubo un acuerdo y el choque no pasó a mayores.

¿Protegió el EMP a los rijosos?

La duda de si la quema de una parte de la puerta principal de Palacio Nacional, la noche del pasado sábado 8 de noviembre, fue un acto provocado por infiltrados, surgió durante la mañana del domingo y generó más dudas durante el transcurso del lunes.

Las dudas comenzaron cuando por redes sociales circularon fotografías durante la quema del acceso, donde aparece un hombre encapuchado quien parece azuzar a un grupo de encapuchados. Momentos después de que intervino la policía militar, apareció resguardado por los efectivos que con sus escudos lo separan del resto de los rijosos.

El lunes 10 de noviembre las interrogantes tuvieron otro cariz al conocerse el video, difundido por el diario Reforma, donde aparece en estado “inconveniente” el general Ramírez Palacios. En otro video que circuló se aprecian algunas imágenes de cómo el militar dirigió a efectivos del Estado Mayor Presidencial para que se desplieguen y busquen restaurar el orden. Un momento antes, cuando se da la quema de un fragmento de la puerta, se hace de palabras con los rijosos, con quienes discute en medio de empujones, gritos e insultos.

El subjefe del EMP desaparece durante unos minutos y vuelve con una escolta de agentes federales con quienes comienza a arremeter contra quienes lo habían insultado y golpeado. Ordena de nuevo levantar la valla metálica y momentos después aparece frente a los reporteros que cubrían los desmanes.

La imagen que circuló, en medio de versiones de que quienes intentaron el sabotaje eran infiltrados que se hacían llamar “anarquistas”, fue la del general Ramírez Palacios, quien se negó a dar su nombre a los medios de comunicación, tambaleándose y en probable estado de ebriedad.

La herida con sangre en la mejilla, lo hacían sentir como un gladiador que salía de una batalla campal. Porque dijo que su responsabilidad era el Palacio Nacional, el recinto que se convirtió esa noche en un frente de batalla donde llegó en aparente estado “inconveniente”.

 


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