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Señales tras reacomodos militares en Guerrero

Señales tras reacomodos militares en Guerrero

Juan Veledíaz/www.estadomayor.com



Fue una ceremonia que no duró más de una hora. Con medidas de seguridad extremas el pasado martes 2 de diciembre en las instalaciones militares de Chilpancingo, Guerrero, el general de brigada Raúl Gámez Segovia asumió el mando de la 35 zona la cual tiene jurisdicción en las regiones norte, Tierra Caliente y en municipios como Tixtla, donde se encuentra la normal rural de Ayotzinapa, e Iguala donde ocurrió la desaparición de los 43 estudiantes el pasado 26 de septiembre.

Durante el acto, celebrado en la explanada del 50 batallón de infantería, no se permitió a los reporteros de los diferentes medios de comunicación ir más allá del área que les fue asignada. El evento estuvo encabezado por el general de división —recién ascendido a éste grado—y ex comandante de la 35 zona, Alejandro Saavedra Hernández, el militar que llegó en junio pasado a Chilpancingo para hacerse cargo del cuartel y a quien le reventó la crisis por la desaparición de los 43 normalistas. Cinco meses después de que se hizo cargo de la zona y tras su promoción a divisionario, fue nombrado al frente de la novena región militar con cuartel en Acapulco y responsabilidad en todo el estado.

El general Gámez Segovia viene de Tamaulipas, donde estuvo comisionado en el operativo de seguridad implementado en mayo pasado entre la secretaría de Marina, Defensa y la Policía Federal. Tuvo a su cargo hasta el pasado mes de noviembre la zona sur del estado en los municipios de El Mante, Nuevo Morelos y Antiguo Morelos, en su colindancia con Veracruz.

Formado como oficial de infantería en el Colegio Militar, donde se graduó como subteniente en 1979, Gámez Segovia comenzó su carrera en el batallón 72. Según su expediente militar, del cual se tiene copia, en los años 80 fue profesor en el Colegio Militar de las materias de grupos de comando; guerra irregular; disturbios civiles; y paracaidismo militar. Entre 1991 a 1992, poco después de que se graduó como Diplomado de Estado Mayor en la Escuela Superior de Guerra, estuvo en la séptima zona militar de Monterrey, Nuevo León.

Su comisión más importante por el tiempo en el que permaneció en ella fue de agosto de 1992 a diciembre de 1997, cuando estuvo cinco años en la sección segunda, inteligencia militar, del Estado Mayor de la Defensa. Poco más de un año después que se diera el alzamiento zapatista en Chiapas, entre febrero y abril de 1995 estuvo en Estados Unidos donde asistió a un curso de oficial de inteligencia militar en Washington. Del año 1997 a 1999 actuó como subjefe de estado mayor en la segunda zona militar de Tijuana, Baja California. De ahí fue nombrado director de la Escuela Militar de Inteligencia, donde le tocó ascender en el año 2000 al grado de coronel.

Un viejo conocido suyo fue el hoy del ex subsecretario de la Defensa Nacional, el general Virgilio Daniel Méndez Bazán, quien en aquel año cuando era director del Centro de Estudios del Ejército y Fuerza Aérea le anotó en su expediente: “Jefe de carácter sereno y afable, con capacidad de trabajo y eficiente desempeño profesional, cumple con esmero las funciones inherentes a su cargo de director de la escuela militar de inteligencia, cumple a satisfacción las comisiones que se le asignan, tiene buena condición física ya que es afecto a la práctica de diversos los deportes, posee suficiente experiencia profesional tanto operativa como administrativa, sus opiniones son acertadas y confiables, su reacción ante situaciones de presión es serena y con seguridad (…)”.

Relevo en Cumbres de Llano Largo

Alejandro Saavedra Hernández, quien el pasado 20 de noviembre fue uno de los cinco generales de brigada que ascendió a divisionario, asumió el mando de la comandancia de la novena región militar en sustitución de Martín Cordero Luqueño. El acto celebrado el pasado lunes 1 de diciembre en el cuartel de Cumbres de Llano Largo, al que asistió el recién nombrado subsecretario de la Defensa, el general Noé Sandoval Alcázar, se desarrolló en medio de un fuerte dispositivo de seguridad sin que se les permitiera a los reporteros acercarse ni hacer preguntas.

Saavedra, oficial de artillería graduado en 1974 del Colegio Militar, está envuelto en la turbulencia desatada a raíz de la desaparición de los 43 estudiantes de la normal rural de Ayotzinapa, ocurrida mientras estaba al frente de la 35 zona militar de Chilpancingo. En la línea de mando era el superior jerárquico del coronel José Rodríguez Pérez, comandante del 27 batallón de infantería con sede en Iguala, cuyos soldados fueron señalados por los estudiantes de haberlos golpeado, amedrentado y fotografiado la noche en que ocurrió el ataque del grupo armado contra la caravana de normalistas que viajaba en cuatro autobuses los cuales fueron baleados.

El general Saavedra es hijo de un militar de tropa, el sargento Arturo Saavedra Veytia, se formó en varias unidades de artillería y como jefe militar cursó varias especializaciones en el Cisen (Centro de Inteligencia y Seguridad Nacional) y en el Instituto Matías Romero de la Secretaría de Relaciones Exteriores. A su bagaje académico en materia de inteligencia, seguridad nacional, política exterior, y medios de comunicación, le agregó en los últimos años su paso por comandancias de zona militar como la de Zacatecas y Querétaro, donde le tocó los “coletazos” de la llamada guerra del narco. La descomposición social por la delincuencia organizada en territorio zacatecano marcó su pasó por la 11 zona militar; mientras que la presencia de capos de la droga y sus familias en ranchos y ciudades de Querétaro donde se ocultaban, fue el signo que marcó su estancia en la comandancia de zona 16.

En dos años de gobierno de Enrique Peña Nieto, esta es la tercera ocasión que la comandancia de la novena región militar cambia de titular. El sexenio inició con el general Genaro Fausto Lozano Espinosa al frente del cuartel de Cumbres de Llano Largo, el año pasado fue enviado a la sexta región en Veracruz y su lugar lo ocupó el general Cordero Luqueño, quien no alcanzó a cumplir un año y fue relevado por Saavedra Hernández.

Saavedra Hernández está considerado por organismos no gubernamentales de derechos humanos, junto al coronel Rodríguez Pérez, como dos piezas clave en el engranaje de lo que pasó aquella noche del 26 de septiembre en Iguala, donde seis personas murieron en el ataque de los pistoleros del grupo criminal autodenominado “Guerreros Unidos”, y donde fueron privados de su libertad 43 estudiantes que permanecen como desaparecidos. La línea de mando alcanza al hoy ex comandante de la novena región, el divisionario Cordero Luqueño, quien junto a sus subordinados tenía información de lo que ocurría de tiempo atrás con el alcalde de Iguala, José Luis Abarca, su esposa y el grupo de policías de los municipios aledaños como Cocula, quienes realizaban asesinatos, secuestros y traficaban droga sin que el ejército los molestara.

Dentro de las investigaciones que organizaciones no gubernamentales de derechos humanos han realizado desde la desaparición de los normalistas, resalta el hallazgo de 55 fosas solo en el municipio de Iguala, donde se han encontrado al menos medio centenar de cuerpos. La cantidad de fosas, consideradas una variante de la “guerra sucia”, se presentan como un modus operandi donde las tropas del 27 batallón de infantería tienen mucho que decir, consideraron en días pasados familiares de los jóvenes desaparecidos.

Ante estas evidencias, y dada la preparación en labores de inteligencia del mando militar que estuvo hasta finales de noviembre en Chilpancingo, los padres de familia exigieron que se investigue al ejército, cuyos jefes han sido hasta el momento ignorados dentro de las pesquisas que se llevan a cabo. El pasado 13 de noviembre el secretario de la Defensa Nacional, el general Salvador Cienfuegos, defendió a capa y espada al coronel Rodríguez Pérez. Sucedió en el encuentro que tuvo con diputados que integran la comisión especial que da seguimiento al caso Ayotzinapa, donde dijo que el comandante del 27 de infantería estaba esa noche de los hechos en el festejo con la “pareja imperial”, el alcalde Abarca y su esposa, de quien el ejército tenía información de tiempo atrás de su vinculación con el narco.

Las señales detrás de los cambios en la 35 zona militar y en la novena región, ante el escenario de acelerada descomposición social que se vive en Guerrero con saqueos, incendios, bloqueos y marchas en variad ciudades a diario, son que dos especialistas en inteligencia militar, uno de ellos con conocimientos de cómo manejar disturbios civiles, acompañaran la política de “contención”, como la han llamado varios especialistas, que está en curso.

 


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