Alfredo Lara Ãlvarez
"Yo la vi, era ella, era Karina, venÃa sentada en la ambulancia"
Desde el más allá, o por el simple hecho de que su fuerte deseo fue siempre el de ayudar a quien pudiera sin pedir nada a cambio, es lo que ha permitido que su presencia aún permee en el entorno de la Cruz Roja en Ciudad Valles, Karina, o Kary como sus compañeros y conocidos acostumbraban llamarla, es el ángel que sigue en constante vigilancia muy de cerca de quienes requieren de algún auxilio, y de sus compañeros voluntarios de la benemérita institución.
La mañana del jueves 27 de agosto, fue marcada como el momento en que tenÃa que ser llevada para colaborar desde ese mÃstico lugar al que todas las almas van cuando dejan de ocupar un cuerpo fÃsico. Fue, en una de las frÃas camas del Hospital Regional de Valles en donde la dos veces galardonada como la Mujer del año, Dulce Karina Flores Juárez recibió los últimos cuidados y en donde entregó sus últimas palabras de aliento a sus padres, esa guerrera incansable que buscaba siempre ayudar y de carácter fuerte hasta el final, que profirió a su padre... "Discúlpame por tenerte aquà papito, desvelándote por mÃ" o lo que le pidió a su madre, MarÃa Luisa, un trago de atole y un poco de gelatina que les ofrecen a los enfermos en el nosocomio.
Los ojos enrojecidos y las lágrimas de una madre que aún no puede aceptar la muerte de Karina, pues aún habla con ella cuando llega a su casa, narra con esa tristeza que mueve a cualquiera, cómo la fortaleza de su pequeña Kary, diagnosticada cuando nació con algo que le dijeron que se llamaba "eclipsada" lo que después supo que se llama mielomeningocele, nunca la frenó para poder superarse, ya que estudió una carrera técnica en el CONALEP y posteriormente estudio derecho en la Universidad Autónoma de San Luis PotosÃ, para integrarse como voluntaria de la Cruz Roja Mexicana desde el 2004 en donde se desempeñó eficientemente hasta el último dÃa.
De fuerte temple y muy independiente, platica su madre, Kari sobresalÃa en sus labores, trabajaba y estudiaba al mismo tiempo, sembrando amistades con su gran carisma, no solo ayudaba con sus labores a la gente sino que era amante de los animales y un ejemplo a seguir para quienes padecen de malformaciones congénitas ya que siempre estaba en constante capacitación, "Yo siempre le decÃa, tú eres más que los demás, tú no eres menos que nadie", refiere Doña Luisa mientras una lágrima rueda por su mejilla.
LOS ÃLTIMOS GOLPES A SU DELICADO CUERPO
Esa semana que pasó a mejor vida, tuvo que presentarse a revisión al Hospital Regional en donde le harÃan exámenes, pero fue hospitalizada y aunque fue dada de alta, nuevamente recayó, por lo que sus compañeros, amigos y conocidos pedÃan orar por su salud, pues el cuerpo endeble de la incansable Kary ya no soportaba los fuertes dolores que le sobrevinieron, al grado de comentarle a uno de sus compañeros socorristas "Ya valió esto, ya no me siento bien", pues tenÃa una gran confianza con ellos y con otros hasta con malas palabras se llevaba, pues su propia independencia le generó esa actitud, siempre de buena forma, sin hacer sentir mal a nadie, ni ofender, pero los últimos golpes al cuerpo de la joven radio operadora cegaron su vida llena de ánimo y simpatÃa la mañana de ese jueves con un mortal paro cardiaco.
EL AHIJADO QUE DEJÃ ENCARGADO
Por esa conexión que sintió Karina con el pequeño Jesús de 4 años, hijo de su compañera voluntaria en la Cruz Roja, Rosario, decidió reclamar el derecho de ser su madrina, esa que le pedÃa cada que lo veÃa en la delegación que "se portara bien" y que le invitaba un refresco o unas galletas, sintiéndose feliz de poder ayudar de alguna forma a la felicidad del niño, quien padece el SÃndrome de Dosse, lo que lo convierte en el primer Huasteco en presentar esta discapacidad en su cerebro y que es atendido por ello en el CRI de la ciudad capital.
¿Madrina, por qué te moriste?, lloraba el pequeño Jesús en el cementerio, su ahijado, mientras intentaba quitarle la tierra que le arrojaban al ataúd donde reposaba el cuerpo de Kary, y cuya madrina preguntaba que cómo se habÃa portado y que querÃa verlo en el hospital, para sentir algo de calor humano, en esa frÃa área del nosocomio.
"Ahà te lo encargo mucho", fue lo que pidió Karina a su comadre Rosario, quien triste platica cómo, aunque pequeño, su hijo capta todo lo que vive cuando asiste al trabajo de su mamá, y cómo pudo comprender que su madrina, se ha ido.
LA DOBLE GALARDONADA MUJER DEL AÃO
Como la mujer del año, dos veces fue galardonada la voluntaria socorrista, por las autoridades, dándole reconocimiento a su lucha incansable de ayuda al más necesitado, en los últimos años, desde la cabina de radio en la Benemérita Institución, y desde donde podÃa defenderse, con ese acérrimo carácter que le fue inculcado para no dejarse pisotear nunca ni permitir ser menospreciada por nadie, como platica su madre, quien en un instante recuerda esos comentarios que le hicieron sus vecinos de la colonia Praderas del Rio.
HabÃan pasado unos dÃas del fallecimiento de Karina, y en atención a un llamado de auxilio en la misma colonia en la que vivÃa con sus padres, socorristas acudieron en una ambulancia para atender a una personas que desfallecÃa en la calle, cerca de la casa de su compañera, cuando al descender, los paramédicos observaron cómo una señora estaba muy inquieta, poco temblorosa y con aire de dolor, por lo que pensaron que serÃa familiar de la persona a quien iban a auxiliar, sin embargo, al cuestionarla al respecto, respondió que no conocÃa al enfermo tirado en el suelo, sino que dijo, "Yo la vi, era ella, era Karina, venÃa sentada en la ambulancia".
Otra lágrima rodó de la madre de la incansable Kary, pues al escuchar esta experiencia de una vecina, ella "quisiera verla parada ahÃ, platicar con ella, yo todavÃa llego a la casa y le digo, ya llegué, ¿qué vamos a comer?". Pues algunas de las últimas palabras que ella le reclamó a su hija fueron las de "en eso no habÃamos quedado, tú quedaste que nos ibas a cuidar a nosotros tus padres".
Un ángel más ha ascendido al cielo, desde donde aún continúa vigilante del más desprotegido, respaldando a sus compañeros socorristas de la Cruz Roja, cuidando de ellos y protegiéndolos en sus labores, ese ángel que desplegó sus alas, sigue siendo el guardián de los desfallecidos, de aquellos que necesitan ser atendidos, en el campo de batalla entre la vida y la muerte.
e-mail. alfredo.lara.alvarez@gmail.com
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