Rodolfo del Ãngel del Ãngel
Padre nuestro, Dios de toda gracia, bondad y misericordia. El año está a punto de fenecer y yo me acerco a ti con mi plegaria humilde y sincera. Tú que conoces los corazones de tus hijos, sabes que en el mÃo hay una profunda gratitud por todos los bienes y favores concedidos inmerecidamente.
Gracias, Señor, por la vida que minuto a minuto durante este año sostuviste con tu mano todopoderosa.
Gracias porque me concediste el amor de mis seres queridos, mi familia: Padres, hermanos, esposa e hijos. Nunca podremos valorar suficientemente lo importante que son esos lazos afectivos que hacen que la vida tenga sentido.
Gracias, Señor, por la bendición del trabajo que no solo hizo posible el sustento propio y de mis seres queridos, sino que me concedió el don, la alegrÃa y la profunda satisfacción de enriquecer un poco este mundo que nos diste para que viviéramos en él y lo cultiváramos.
Gracias, Señor, por los muchos momentos gratos de contento que pude disfrutar. Mi gusto percibió el rico y diverso sabor de los alimentos que saciaron mi hambre y me dieron deleite; mi piel pudo sentir el calor del sol, el agua correr sobre mi cuerpo, la frescura del aire, y la caricia de la mujer que amo; mis pies me llevaron dÃa por dÃa a todos esos sitios que conforman los espacios en los que me muevo; mi olfato pudo percibir el grato aroma del perfume, de las flores, de la comida recién hecha; mis oÃdos disfrutaron de la música que enriquece el espÃritu y me hace sentir extraordinariamente vivo, mis ojos pudieron contemplar la majestad de la creación que tú hiciste y verse reflejados en los ojos que también me miraron con amor.
Gracias, Señor, por el precioso regalo de lo amistad. Un hombre que tiene amigos jamás estará pobre ni solo. Gracias por esos amigos que me enseñaron que la generosidad no se merece, solo existe y se comparte.
Gracias por los pequeños y grandes logros que trajeron a mi vida un sentido de realización. Todo fue por tu bendición, porque sin tu ayuda divina nada somos y nada que valga la pena podemos realizar.
Gracias por las experiencias de fracaso y de pérdida que me enseñaron a ser más humilde, a valorar a los demás y, sobre todo, a crecer. Me tomaste de la mano, aligeraste mis cargas, consolaste mi duelo, enjugaste mis lágrimas, me trataste con infinita paciencia mientras yo aprendÃa; fuiste mi Padre, mi Pastor, mi luz y salvación.
Gracias porque en la abundancia me mostraste que tu eres la fuente de todo don que es bueno y perfecto, la fuente inagotable de cada bendición. Gracias porque en la escasez, la debilidad y el quebranto quisiste mostrarme ese lado profundo y frecuentemente desconocido de tu ser: Tu eres Padre de misericordias y Dios de toda consolación. Asà pude ver que no tengo mayor bien en este mundo y en el cielo que tu amor eterno e inquebrantable.
Por cada gracia concedida,
Por cada alegrÃa experimentada,
Por cada experiencia vivida,
Por cada don disfrutado,
Porque anduviste conmigo dÃa por dÃa durante este año,
Por las alas de tu amor que me cubre hoy y siempre,
¡Gracias, Señor!
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