Martes, 23 de Abril de 2024
CIUDAD VALLES, S.L.P.
DIRECTOR GENERAL.
SAMUEL ROA BOTELLO
Semana del 16 de Diciembre al 22 de Diciembre de 2016

¿Una familia como cualquier otra?

¿Una familia como cualquier otra?

Rodolfo del Ángel del Ángel



Lucas nos narra en su evangelio que María y José, cumplidos los días de la purificación de ellos, acudieron al templo para presentar a Jesús. Siendo Jesús el primogenito debía ser consagrado al Señor conforme a lo establecido en la ley.

Para María y José este hecho no significaba cumplir solamente con los convecionalismos religiosos y culturales de su pueblo. Tenía un significado más profundo. Jesús debía cumplir toda justicia y toda la ley a fin de llevar adelante el programa redentor. Sus padres habían adquirido conciencia de que Dios les había encomendado una tarea muy especial, la de criar a este niño tan singular destinado a ser el Salvador de la humanidad.

¿Qué medios les fueron asignados para cumplir con tan especial y difícil tarea? Antes de su embarazo María estaba comprometida para casarse, de acuerdo a las costumbres judías ella tendría unos 14 años de edad. Tanto para ella como para José su esposo este embarazo milagroso e inesperado significó una tarea prematura para la que sin duda no estaban preparados. Su situación social no era nada cómoda, ni mucho menos prometedora para ese bebé. Pertenecientes a una nación tributaria de Roma y a la marginalidad de la sociedad de su época carecían de los medios indispensables para asegurar a este hijo tan especial lo que nosotros llamaríamos un futuro prometedor. ¿Los consideraríamos preparados para semejante tarea de criar al mismo Hijo de Dios?

Sin embargo, ellos tenían otras riquezas que podríamos llamar esenciales en una familia para responder al llamado de la paternidad.

Tenían amor, ese amor de esposos significaba un sólido lazo expresado en una actitud protectora, compromiso y disposición de enfrentar juntos las taeras de la vida. José era un hombre amoroso y sustentador que no dejó sola a María en su gravidez, sino que protegió su honor y prohijó a Jesús dándole su nombre y su protección.

Tenían espiritualidad, esa espiritualidad no era la pertenencia formal a una religion, era una communion viva con Dios en medio de cualquier situación de la vida. Seguían las directivas divinas y obedecián la Palabra de Dios sin cuestionarla. Cuando Dios le asignó la tarea a María de ser la madre del Salvador ella se puso su destino en la manos de Dios y aceptó la tarea al responder al ángel: "He aquí la sierva del Señor; háagase conmigo conforme a tu palabra."

José, por su parte, cuando le fue revelado el orígen de la concepción de Jesús y se le dijo que no debía temer recibir a su mujer -segú el evangelio de Mateo- que, desprtó del sueño, e hizo como el ángel del Señor le había mandado.

¿Una familia como cualquier otra? Si, en algunos sentidos: Enfrentando tareas inesperadas para las cuales no se sienten suficientemente preparados; con dificultades económicas en medio de una sociedad con un presente difícil y un futuro incierto.

Pero en otro sentido, una familia diferente, muy diferente a las que vemos hoy día en nuestro mundo. Poseedora de dos valores fundamentales que por la gracia de Dios y que, más allá de toda carencia material o realidad social, les capacitaban para la extraordinaria tarea que se les había encomendado: verdadero amor y verdadera espiritualidad.

Ciertamente necesitamos recuperar y fortalecer estas dos virtudes fundamentales que hacen que un matrimonio y un hogar sean el ambiente propicio para generar vida, crecimiento y fe.

 


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