Sábado, 04 de Mayo de 2024
CIUDAD VALLES, S.L.P.
DIRECTOR GENERAL.
SAMUEL ROA BOTELLO
Semana del 24 de Febrero al 02 de Marzo de 2023

El inestimable valor de la palabra

El inestimable valor de la palabra

Rodolfo del Ángel del Ángel



Mi padre fue un hombre especialmente rico, me dejó como herencia una lámpara que no se apaga nunca, un sistema de posicionamiento para que no me pierda nunca en el camino, un tesoro en lingotes del más refinado oro que garantiza mi futuro, una biblioteca que por su contenido me tomará el resto de la vida poder leerla, y una reserva de la miel más dulce y nutritiva que se haya obtenido alguna vez de una colmena. Por supuesto que se trata de las biblias que él como pastor tenía como lo más preciado entre sus escazas posesiones. ¿Qué mejor herencia pude haber recibido de él?

Ciertamente mi padre vivió con frugalidad y modestia, no tenía cuentas bancarias, ni seguros de vida; tampoco poseía terrenos o casas, pero, sin duda, fue un hombre rico y bendecido. Poseyó lo más valioso, lo que perdura no solo a lo largo de esta vida, sino para la eternidad misma: le fe en Dios. Como todo pastor que se precie de serlo, era un buen lector, pero entre sus libros (que fueron una de sus escazas posesiones) la Palabra de Dios ocupó el lugar de privilegio y honor que debe tener siempre. Ciertamente la Biblia es un libro, pero más apropiadamente es El Libro, así con mayúscula. No podemos negar que la Biblia es literatura, en realidad, en ella encontramos diversos géneros literarios: leyes, narrativa, poesía, historia, profecía, correspondencia epistolar, etc. En este sentido la Biblia puede ser leída como tal, no obstante, su naturaleza inspirada es incomparable, pues para los cristianos es la revelación de Dios que nos lleva no solo a la sabiduría eterna, sino a la salvación.

Sin la revelación bíblica no conoceríamos acerca del origen de todo lo que existe, incluyéndonos a nosotros que hemos sido hechos a imagen y semejanza de Dios. No sabríamos que fuimos creados para un propósito que es vivir con un sentido de gratitud y dedicación a nuestro Creador. Tampoco sabríamos que somos criaturas pecadoras y caídas que hemos dado la espalda a Dios, apartándonos de su voluntad y escogiendo un camino de muerte. Sobre todo, sin la Biblia, no sabríamos que Dios en su amor infinito e inmerecido ha venido en nuestro rescate para darnos perdón, vida y salvación por medio de su Hijo Jesucristo.

¿Qué lugar ocupa la Palabra de Dios en nuestra vida? ¿Cuánto conocemos de ella y, sobre todo, cuánto conocemos de ese Dios que allí se nos revela?

Mi padre me dejó sus Biblias, y esa es la mejor herencia que pude recibir de él, además, de la fe en el Señor Jesucristo. Esos son dos tesoros que son perdurables, que no se consumen, ni se desgastan o pierden su valor, y que espero heredar a mis hijos y mis nietos. Eso me basta, pues es la más grande riqueza y bendición que haya podido recibir.

En este mundo de producción interminable, de furor consumista y de la posverdad (palabra elegante para definir la abundancia de mentiras y falsas interpretaciones de la realidad), la gente vive afanada e insatisfecha buscando las riquezas de este mundo, engañadas por el falso espejismo de una felicidad que creen poder adquirir en un supermercado. Qué fácil es olvidar que hay un tesoro a la mano, y ese tesoro es la Biblia. En ella encontramos el camino que lleva a Dios, a la restauración de nuestra vida, y la verdad que conduce a la verdadera felicidad.

 


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