Jueves, 10 de Julio de 2025
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La traición

La traición

Héctor de Luna Espinosa



La traición: esa puñalada por la espalda que no proviene de un enemigo, sino de alguien cercano. La Biblia no ignora este dolor; al contrario, lo expone con crudeza, pero también con esperanza. Hoy veremos cómo Dios puede redimir incluso las fallas más amargas si hay arrepentimiento. La traición no es algo nuevo; desde tiempos antiguos, los siervos de Dios experimentaron ese profundo dolor. El Salmo 41:9 dice: "Aún el hombre de mi paz, en quien yo confiaba, el que de mi pan comía, alzó contra mí el calcañar". David hablaba de un amigo íntimo, alguien cercano que lo traicionó. Estas palabras también tienen un eco profético en Jesús, como veremos más adelante.

En el segundo libro de Samuel, capítulo 20, Joab saluda con un beso a Amasa, pero mientras lo abraza, saca una espada y lo mata. Lo que parecía un gesto de amistad terminó siendo un acto de muerte. De ahí surge la expresión "el beso de la muerte". En Jueces 16, Dalila seduce a Sansón para sacarle el secreto de su fuerza; finge amor, pero lo entrega a sus enemigos por dinero. Una traición envuelta en caricias. Estos ejemplos nos muestran que la traición puede disfrazarse de afecto.

En el Nuevo Testamento, hay dos historias que destacan especialmente: la traición de Judas y la negación de Pedro. Ambas historias nos muestran cómo dos personas cercanas a Jesús respondieron de manera distinta al fracaso. En Mateo 26, del versículo 14 al 16, se relata cómo Judas buscó a los principales sacerdotes y ofreció entregar a Jesús: "¿Qué me queréis dar, y yo os lo entregaré?". Finalmente, lo vendió por 30 piezas de plata, un acto frío y premeditado, alimentado por la codicia. Luego, en Marcos 14, del versículo 44 al 45, el plan se ejecuta: "Al que besare, ese es, prendedle y llevadle con seguridad". Con un beso, Judas traicionó al Hijo de Dios, un acto profundamente hipócrita.

Por otro lado, Pedro también falló, pero su historia fue diferente. Jesús le advirtió en Mateo 26, versículos 31 al 35, que lo negaría, pero Pedro insistió: "Aunque me sea necesario morir contigo, no te negaré". Sin embargo, cuando llegó la presión, Pedro negó a Jesús tres veces y lloró amargamente. Su falla fue real, pero su corazón aún era sensible a Dios. Ambos, Judas y Pedro, estuvieron cerca de Jesús; ambos fallaron, pero su respuesta a la traición marcó su destino.

Judas sintió remordimiento, pero no verdadero arrepentimiento. Tiró las monedas, confesó su pecado y se ahorcó. Eligió la culpabilidad sin gracia. Pedro, en cambio, aunque negó a su maestro, fue buscado por Jesús después de su resurrección. En Juan 21, versículos 15 al 17, Jesús lo restaura con amor, preguntándole tres veces: "¿Me amas?", y le confía: "Apacienta a mis ovejas". Pedro fue transformado por el perdón, mientras que Judas se perdió en la desesperanza. Pedro cayó, pero no se quedó ahí. Judas se alejó y nunca volvió.

¿Qué podemos concluir? Pues que hay esperanza después de la traición. La traición es real y dolorosa, pero la reacción del corazón hace toda la diferencia. Si tú has fallado a Dios, no eres el único. Pedro también cayó, pero fue restaurado porque se arrepintió sinceramente. Si alguien te ha traicionado, recuerda que Jesús también fue traicionado. Él conoce tu dolor, pero su gracia transforma las heridas en cicatrices de victoria. No permitas que la traición sea el capítulo final; en Cristo siempre hay una nueva oportunidad.

Acompáñame a orar:

Señor, hoy venimos ante Ti reconociendo que todos hemos fallado. Algunos hemos negado Tu nombre, otros hemos herido a quienes amamos, y también hemos sido heridos por quienes estaban cerca. Pero hoy creemos que Tu gracia es mayor. Así como restauraste a Pedro, también puedes restaurarnos. Límpianos, perdónanos y haznos nuevos. En el nombre de Jesús, amén.

 


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