Alfredo Lara Ãlvarez
"Pinche muletas, aquà llegas despierto y con los tragos te duermes Ã'apa"... le gritan a Herculano GarcÃa, menudo cristiano al que sus compañeros han apodado "el muletas", por el simple hecho de que desde hace años, ha caminado con muletas, asà de sencillo, nadie le ha preguntado por qué, y a nadie le interesa, el Bar Libo, es la cantina tradicional de aquellas de la época de los 50's cuando fue creada, para ser especÃfico en el 55, en que hasta donde se sabe, fue un señor Don Liborio quien le dio vida a tal albergue de desahogo de penas y males.
"El muletas", personaje tÃpico de este lugar, pide siempre su "buchanas" como él le llama a lo que comúnmente se le conoce como una paloma, es decir, tequila con refresco de toronja, mientras comparte sus alegrÃas con sus amigos dentro del local que ocupa esta cantina, el Bar Libo, marcado con el número 138 en la calle Madero del centro de la hermosa Ciudad Valles; alegrÃas es un decir, pues tiene tantas broncas, dice, pero le "vale madre", para eso "le chinga al jale como todos los dÃas" y merecerse asà el sabroso elixir del alcohol, su "buchanas".
UNA CANTINA ESPECIAL
PodrÃamos decir que un dÃa en esta cantina, es experimentar las experiencias de todos, y de uno mismo, del albañil y del adinerado que gusta de perderse en un lugar donde no se le critique o se le vea feo, aquel que deja hasta 100 pesos de propina a José Dolores, el "barman" local, a quien le parece una mejor chamba que andar de albañil, plomero, carpintero, azulejero y demás, pues "ya qué", no hay de otra para él, a darle mejor en un lugar cerrado, que en el "puriente sol".
"El José", como todos lo llaman, clientes de más de 15 años, clientes recientes y otros vecinos de municipios cercanos, el "Pepe" para los cuates, escucha de todo un poco y nada tiene que decir, pues en este espacio ritual, él es como el sacerdote del pueblo, pues todos le llegan a confesar sus broncas, si es que algunos, solo piden, beben y se van; a quienes les ha dado un buen consejo, han decidido no matarse por la novia y vuelven felices por otro trago, cuando consiguen otra, dice, "yo les digo que paÃ' qué se matan, si viejas son lo que sobran en este mundo".
Escenario de alegatos, reclamos, alegrÃas y chillidos, porque hasta las lágrimas saca el alcohol, el "Bar Libo", subsiste como un viejo con bordón que forma parte de una decadente herencia cultural, pero que resiste a los embates de la modernidad, de los nuevos centros comerciales, de los bares más finos y las discos más renombradas, con luces y sonido de altos costos, en donde no se escucha ni la plática del que tienes al lado.
EN RINCÃN DONDE TODO SE ESCUCHA...Y TODO SE OLVIDA
No, aquà se escucha todo, y si es voz, mejor, para eso está el grupo de huapangueros que cae por las tardes para alegrar a los clientes y ganarse algo de lana para sacar para el taco, norteños y huapangos, lo que más se escucha, la rockola, casi ni es usada, aunque hay dos que tres que deciden ponerle monedas para complacerse con alguna canción que el grupo no se sepa.
El cartel del baño, con letras apenas marcadas en una cartulina colgada, muestra el "miadero", y por la otra esquina, "la cocina", o asà le llama Jesús Muñoz Flores, uno de los 3 gavilanes, primos que iniciaron con el negocio allá por el 81, en donde prepara en una mesa de madera, de esas gruesas que aguantan de todo, las botanas que no deben faltar para los clientes y que deben variar todos los dÃas, como el sábado, que toca lentejas, un pequeño plato con este guisado, para alivianar la tripa y que no caiga en seco el alcohol.
Recorriendo el vetusto pero pintoresco lugar, se puede reconocer a uno que otro conocido, al "Lupillo", chofer repartidor y a don Tino, viejo panadero retirado, mientras se observan los ventiladores de techo, de un falso plafón medio dañado por el paso del tiempo, que hace las veces de aire acondicionado, y por alguna de las paredes, el almanaque de la "Tecate" que no podÃa faltar, con la chica de Junio que a más de uno logro "cachondear".
Aquella barra de madera dura como el acero y que luce desgastada por las miles de historias contadas por todo aquel que se ha sentado frente al cantinero, quien tiene a sus espaldas una polvorienta señalética de "ruta de evacuación", por aquello de la seguridad y su propia barra para preparar las bebidas, cortar limones y admirar el cuadro enmarcado en cristal de la foto de los parientes del patrón, los gavilanes originales, que además era boxeadores, VÃctor el "Huastequito" Muñoz, Rogelio "El Lagartijo" Muñoz el "Rey Corona" y Chano "el Gavilán" Muñoz, y en su pared contraria, la foto en grande de ValentÃn Elizalde, junto a otros letreros de los precios de las cervezas.
ANÃCDOTAS Y OLVIDOS, EL LUGAR DEL PALOMOLE
En ese extremo saluda efusivo "La chequera", apodo que Don Magdaleno Hernández se ganó junto con un par de hermanos durante sus años de trabajo en el Ingenio Plan de Ayala y en donde manejaban las chequeras, o eso dicen; Alegre y contento, a pesar de ser minusválido, Alberto "El Beto" RodrÃguez, plomero, albañil y un poco de todo, no se queja, solo se "echa sus alipuces" pues no tiene nada de qué preocuparse, lo dejó su mujer y no le importa, sólo vive al dÃa, "cantinfleante" platica, su perspectiva de la vida, de la cual solo espera, ganar para el taco y el trago.
El tiempo no es enemigo de este lugar, asegura Jesús, no pasará nada, mientras la raza siga queriendo echarse un trago, podrá subsistir, sobrevivir a los nuevos cambios, el mexicano es fiestero, le gusta disfrutar, aquÃ, las penas con alcohol son menos, y si no, que se eche un "palomole" o lo que es lo mismo el daiquiri huasteco, la bebida tradicional del recinto, que al menos ayuda al estómago.
No por nada Guillermo Aguirre usó como ambiente una cantina en su poema "el brindis del bohemio", "En torno de una mesa de cantina, una noche de invierno, regocijadamente departÃan seis alegres bohemios".
En las cantinas no se pide una copa, ni tampoco se ordena un tequila, se echa un trago o se pide un derecho.
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