Semana del 12 de Noviembre al 18 de Noviembre de 2022

Creciendo en gracia y conocimiento

Creciendo en gracia y conocimiento

Rodolfo del Ángel del Ángel

El apóstol Pedro escribe a la comunidad cristiana dispersa por el imperio romano. Una preocupación se palpa en su segunda epístola: el surgimiento de falsos apóstoles y profetas. Es necesario que los cristianos estén atentos y en guardia para detectar esas falsas enseñanzas que confunden, distorsionan la verdad y contaminan la sana doctrina. Al respecto advierte a sus lectores: "Entre el pueblo hubo también falsos profetas, como también habrá entre ustedes falsos maestros que con disimulo introducirán herejías destructivas, y hasta llegarán a negar al Señor que los rescató, con lo que atraerán sobre sí mismos súbita destrucción". (2 Pedro 2:1) Como podemos apreciar la falsa enseñanza y las herejías no son algo nuevo, sucedió y seguirá sucediendo. No obstante, la diversidad y la novedad de esa falsos cultos y enseñanza, tienen un denominador común que es el de dirigir sus distorsiones y ataques a la persona y la obra de Cristo. Siempre hemos de afirmar que Cristo es el Hijo de Dios que ha venido en carne para traernos salvación y no hay otro redentor, ni otro camino para llegar a Dios.

Ahora bien, ¿cuál es el antídoto para estar atentos a la falsa enseñanza? El apóstol lo expresa al final de su epístola cuando escribe: "Más bien, crezcan en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo, a quien sea dada la gloria ahora y hasta el día de la eternidad. Amén". (2 Pedro 3:18) Ese antídoto consiste en tres aspectos fundamentales en los que debemos estar creciendo: gracia, conocimiento y dar la gloria siempre a nuestro Señor Jesucristo. La construcción gramatical del texto es muy interesante, la palabra gracia es un imperativo presente. Se nos ordena estar creciendo siempre en estos aspectos mencionados. Ser cristiano es un llamado a un aprendizaje que nos toma toda la vida. Nadie puede decir que ya lo sabe todo, que ya alcanzó la madurez plena, no obstante, la meta es clara: crecer a la estatura de la perfecta humanidad de Cristo Jesús, que su carácter se vaya formando gradualmente en nosotros para que él crezca y nosotros mengüemos. Esto implica involucrar todo nuestro deseo, y voluntad en ese empeño. La indolencia, el abandono activo de la vida de fe, no deben tener lugar en la vida cristiana, porque en ese proceso nunca estamos solos, el poder del Espíritu Santo nos santifica constantemente y hace abundar en nosotros su fruto.

Crecer en gracia significa confiar en el favor divino que siempre opera a nuestro favor para fortalecernos en la fe. Dependemos de la gracia de Dios, nunca de nuestras humanas fuerzas. La gracia no solo nos ha alcanzado para traernos a Cristo, sino que constantemente está a nuestra disposición para crezcamos en la fe. Por otro lado, la fe y la gracia se alimentan constantemente del conocimiento. Este conocimiento se adquiere a través de la Palabra de Dios, de la vida dentro de la comunidad de fe donde nos alentamos unos a otros a la práctica del amor y las buenas obras, es así como somos edificados en la verdad. Los cristianos debemos ser estudiantes diligentes que exploran y profundizan en el entendimiento de la Palabra de Dios. Ella nos instruye para discernir la verdad del error afirmándolo en la doctrina de Cristo. Cada cristiano debe estar involucrado en un proceso de enseñanza que le llevan a conocer de una manera más profunda la verdad edificándose en la doctrina de Cristo. Eso lo sabía muy bien al apóstol Pedro. El error nace de la ignorancia, y solo hay una manera de combatir el error y es con el conocimiento que nos lleva a honrar a Cristo como el Salvador y Señor.