Viernes, 19 de Abril de 2024
CIUDAD VALLES, S.L.P.
DIRECTOR GENERAL.
SAMUEL ROA BOTELLO
Semana del 17 de Febrero al 23 de Febrero de 2023

Alerta de género

Alerta de género

Rodolfo del Ángel del Ángel



Vivimos en medio de una sociedad en el que ser mujer es un riesgo para la supervivencia. Los feminicidios, desapariciones de mujeres y el aumento de la violencia intrafamiliar representan un verdadero desafío para la sociedad. Nunca hubiera pensado que era necesario alertar a las mujeres que están cerca de nosotros acerca de las precauciones que deben de tomar cada vez que tienen la necesidad de salir de casa. Esta preocupante realidad social nos desafía como cristianos. Es triste considerar que, en general, las iglesias no han tomado un papel orientador que aporte a la reflexión y a la toma de conciencia. Con frecuencia, lo que vemos en las comunidades religiosas en general, son posturas en contra del movimiento feminista. La iglesia no está llamada a establecer condenas, sino a arrojar luz y traer el espíritu de gracia del evangelio a fin de restaurar y construir relaciones basadas en a verdad. Desde la Palabra de Dios se puede construir un verdadero feminismo. Hemos perdido el tiempo en discusiones estériles, es hora ya que las iglesias y sus ministros trabajen en la construcción de nuevos caminos de entendimiento y sean un testimonio vivo de las relaciones fundamentadas en el evangelio.

Según el Génesis, hombre y mujer por igual constituyen la humanidad original llamados a cuidar y administrar la creación. Las mujeres han tenido, también, un papel decisivo en la historia de la salvación. Pensemos en mujeres como Rahab, Deborah, Sara, Rut, Esther y Ana, en el Antiguo Testamento; mujeres como Elisabeth, María la madre de nuestro Señor, María Magdalena, Lidia, Priscila y Febe en el Nuevo Testamento. Si leemos atentamente y reflexionamos respecto al trato que Jesús dio a las mujeres, nos daremos cuenta de que la redención del evangelio también las liberó de la exclusión social en la que se encontraban. Pensemos en la Samaritana, en la mujer acusada de adulterio, la mujer encorvada a la que Jesús sanó en un día de reposo, en la mujer enferma de flujo de sangre, la viuda de Naín, en fin, toda una estela de mujeres cuyas vidas fueron transformadas por el poder de Cristo.

¿Qué esperaría el Señor Jesús que su iglesia hiciera en estos tiempos de gran riesgo para las mujeres? ¿Por dónde debemos comenzar? La realidad es que ya se ha hecho tarde, debemos actuar. La familia es el lugar privilegiado e inmediato en el que debemos comenzar. Es necesario renunciar a modelos impuestos culturalmente reordenando los roles en la familia orientándolos sobre el principio creacional de la dignidad inherente de hombres y mujeres y sobre el espíritu de gracia e inclusión del evangelio. Estemos atentos, eduquemos y reeduquemos para la inclusión y el respeto. Seamos ejemplo como padres de la manera como deben establecerse relaciones entre hombre y mujer que correspondan a la justicia y a la integridad que el evangelio demanda. Enseñemos a nuestras hijas a protegerse, a tomar medidas prácticas de autopreservación, generemos la confianza que abre al diálogo en el cual cada persona es escuchada sobre la base del respeto y el amor. Oremos y tratemos de influir positivamente sobre nuestras autoridades, organicémonos colectivamente para hacer un frente común que sea la alternativa a una sociedad violenta y extraviada. La tarea es grande, pero si somo fieles y actuamos con integridad, no dudemos que Dios está de nuestro lado.

 


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