Anabel Fernández/Coach
Hablar de artritis suele remitirnos a la imagen del dolor constante, la rigidez y la limitación física. Es una enfermedad que carga un estigma silencioso: el de pensar que la única salida es resignarse a la inmovilidad. Sin embargo, la coach Anabel Fernández nos recuerda una verdad poderosa y muchas veces ignorada: el movimiento, lejos de ser enemigo, puede convertirse en la mejor medicina.
El deporte, practicado de forma adecuada, no solo ayuda a controlar la artritis, sino que abre puertas insospechadas al bienestar. No se trata de forzar al cuerpo ni de vivir en un gimnasio, sino de encontrar actividades que respeten nuestras capacidades y nos permitan recuperar la confianza en el propio movimiento. El secreto está en la elección: deportes de bajo impacto como nadar, caminar, andar en bicicleta o incluso practicar taichí.
El beneficio va más allá de lo físico. Un músculo fortalecido alrededor de una articulación es como un escudo protector que amortigua la rigidez y el dolor. El ejercicio regular devuelve flexibilidad y amplitud de movimiento, reduce la fatiga y mejora la calidad del sueño. Incluso impacta en la salud mental: moverse genera endorfinas y nos regresa la sensación de vitalidad.
Pero hay un aspecto que merece subrayarse: el control del peso. Cada kilo de más es una carga extra para las articulaciones, especialmente en caderas y rodillas. El deporte se convierte entonces en un aliado doble: ayuda a mantener la línea y, con ello, aligera el peso de la enfermedad.
Claro está, no todo ejercicio es recomendable. Las actividades de alto impacto —correr, saltar o cualquier práctica que implique impactos violentos sobre las articulaciones— son un error que puede costar caro. Escuchar al cuerpo, detenerse a tiempo y respetar sus límites es una regla de oro.
La reflexión es simple pero urgente: la artritis no es una condena a la quietud. El movimiento, bien guiado y adaptado, puede ser un puente hacia una vida más llevadera. La disciplina, el autocuidado y la asesoría profesional son claves. Ningún programa de ejercicio sustituye la orientación de un médico o fisioterapeuta que conozca nuestro historial y nuestras necesidades particulares.
En tiempos donde todo parece resolverse con pastillas, no está de más recordar que el cuerpo tiene sus propios caminos de sanación. La actividad física es uno de ellos. El deporte no borra la artritis, pero sí puede enseñarnos a convivir con ella con dignidad, menos dolor y más energía.
Moverse, en este caso, es más que un acto físico: es una declaración de resistencia.
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