Franco Alejandro Coronado
En la opinión pública mucho se ha hablado de la participación de los candidatos independientes en la reciente elección. El efecto de Jaime RodrÃguez "El Bronco" en Nuevo León fue un caso que sorprendió a propios y extraños, unidos PAN y PRI no hubieran podido superar la votación obtenida por el candidato independiente.
Hoy la comentocracia aplaude esta novedosa figura en el sistema polÃtico mexicano. Incluso, los polÃticos que recientemente se han destapado para la sucesión presidencial del 2018 dejan abierta la posibilidad de hacerlo como independientes: la ex primera dama, Margarita Zavala, y el actual Jefe de Gobierno del Distrito Federal, Miguel Ãngel Mancera.
Cuando se legisló la figura de candidaturas independientes parecÃa difÃcil que pudieran darle la vuelta a las estructuras partidistas, pero en el contexto de un votante cansado de los polÃticos acartonados, de la corrupción, de la simulación, del enriquecimiento a costa del presupuesto la historia ha sido otra; hoy resulta que los partidos polÃticos son un lastre para los candidatos.
Estamos presenciando un cambio de paradigma en la arena polÃtica y la competencia electoral. Con pasos cortos pero firmes, se empieza abrir el monopolio de los partidos polÃticos y sus componendas. Sin embargo, hay que ser objetivos y hacer algunas puntualizaciones:
Hace 20 años existió una efervescencia parecida con la alternancia en gobiernos estatales y la Presidencia de la República, se vaticinaba el colapso del partido que habÃa gobernado al paÃs durante 70 años, era una luna de miel con la democracia mexicana.
El gusto duró poco, en aproximadamente 10 años el desencanto fue generalizado: PAN y PRD resultaron ser igual que el PRI. No sólo eso, el Revolucionario Institucional perfeccionó su operación polÃtica: se impuso en un amplio número de gubernaturas, recuperó la mayorÃa en el Congreso y ganó la Presidencia de la República.
Sin duda las candidaturas independientes han venido a oxigenar el sistema polÃtico, a quitar válvulas de presión, pero de eso a que pongan en riesgo a los partidos polÃticos se ve lejano. Los primeros gobiernos encabezados por candidatos independientes deben cumplir las expectativas de los ciudadanos que los eligieron, de lo contrario, esta opción polÃtica puede correr la misma suerte de desencanto que la alternancia de finales de los 90.
Pero hay que ser realistas, el triunfo de los candidatos independientes y la alternancia han sido posibles, en gran medida, del factor dinero, del recurso que se le inyecta a sus campañas, pues solo asà es posible derrotar a maquinarias partidistas solventadas con dinero público. Mientras haya clientelismo electoral a espesas de la desigualdad social, las campañas no podrán ser diferentes, en una sociedad tan desigual es difÃcil que haya una competencia verdaderamente equitativa.
Esperemos que la incursión de los independientes venga realmente a renovar el sistema polÃtico y no sea únicamente un paliativo. Si desde el gobierno demuestran que la democracia sirve para combatir la desigualdad social, habrán llegado para quedarse.
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