Viernes, 21 de Noviembre de 2025
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Semana del 21 de Noviembre al 27 de Noviembre de 2025

La psicología de la cancelación

La psicología de la cancelación

Samanta Mungia Ruiz, Maestra perita en psicóloga c



En un mundo que nos empuja a reaccionar antes que reflexionar, el silencio prudente es un acto de sabiduría.

La violencia digital dejó de ser un concepto abstracto para convertirse en un fenómeno social que cobra víctimas reales. Aunque muchos la minimizan como un "juego de redes", sus consecuencias se sienten en la salud mental, en el desempeño laboral, en la integridad familiar y, en los casos más graves, en la vida misma. No hablamos de una tendencia pasajera: hablamos de un nuevo tipo de violencia, silenciosa y colectiva, que crece en paralelo a nuestra dependencia de los dispositivos móviles y al uso indiscriminado de plataformas digitales.

México —como muchos otros países— enfrenta este desafío desde una posición desventajosa: sin educación digital, sin contención emocional, sin perspectiva crítica del contenido que consumimos. El acceso inmediato a redes sociales aporta conocimiento, sí, pero también desinformación, ansiedad y una falsa sensación de poder. Las consecuencias se observan con especial fuerza entre los jóvenes, quienes se desarrollan en una sociedad donde el celular es extensión de la identidad y la viralidad es una aspiración.

ODIO, IMPOTENCIA Y UNA FALSA SENSACIÓN DE JUSTICIA
En el centro del fenómeno se encuentra un elemento tan antiguo como la humanidad: el odio. La violencia digital no es espontánea; se alimenta de emociones profundas como la venganza, la frustración, el dolor no expresado. La pantalla funciona como una máscara que permite decir y hacer lo que jamás se diría frente a otro ser humano. Ese anonimato —real o percibido— habilita una agresividad que rompe cualquier límite moral.

Las personas creen que cancelan a alguien en nombre de la justicia, pero en realidad descargan emociones acumuladas. Esta "psicología de la cancelación", que se practica con ligereza desde la comodidad de un dispositivo, deja vacíos a quienes la ejercen y devastados a quienes la reciben. Nadie gana. Sólo se perpetúa una cultura que normaliza la humillación pública y el castigo colectivo.

Además, las redes sociales funcionan con una lógica inmediata: hoy un tema es tendencia y mañana ya nadie lo recordará. Sin embargo, la persona afectada por el linchamiento digital sigue sufriendo las repercusiones. Lo que para el público fue un entretenimiento temporal, para la víctima puede significar el final de una vida profesional, una crisis familiar o incluso pensamientos suicidas.

LA DOBLE IDENTIDAD EN LÍNEA
Otro elemento clave es la transformación del comportamiento humano en entornos digitales. Somos dos versiones de nosotros mismos: la presencial y la virtual. En línea, se reduce la empatía y se amplifica la impulsividad. El anonimato, la invisibilidad y la asincronía fortalecen la idea de que no habrá consecuencias. Lo que escribimos no parece real porque no vemos el rostro de quien lo recibe.

A esto se suma el uso de bots, la creación de comunidades extremistas y la minimización del lenguaje agresivo. Todo eso dinamita el filtro moral. El resultado es un espacio donde muchos se sienten moralmente superiores, listos para sentenciar a otros sin contexto, sin matices y sin reflexión.

VIOLENCIA DIGITAL QUE SE HACE REAL
Cuando la violencia digital cruza la pantalla, se convierte en un problema de salud pública. Las consecuencias pueden ser económicas, sociales, laborales y psicológicas. Personas que pierden su empleo, que son perseguidas, acosadas o expuestas; familias enteras arrastradas por una avalancha que nadie controla. Y aunque existen leyes como la Olimpia, el linchamiento digital aún no tiene un marco jurídico que lo delimite o sancione.

El daño emocional es profundo: estrés postraumático, ansiedad, depresión y un sentimiento abrumador de impotencia. A menudo, quienes enfrentan esta violencia no saben su origen exacto, pues la viralización responde a dinámicas ajenas a cualquier lógica de justicia.

LA IMPORTANCIA DEL CRITERIO Y LA EMPATÍA
Una de las tareas más urgentes es recuperar la capacidad de discernir. No toda crítica construye, no toda viralidad es éxito, no todo like es afecto. La sociedad actual confunde moralidad con superioridad, y eso alimenta un ambiente donde todos quieren tener la razón. Convivimos con un juicio permanente que convierte cualquier error humano en espectáculo.

Es indispensable recordar que detrás de cada publicación existe un ser humano real. No conocemos su historia, sus circunstancias ni su dolor. Usar las redes con respeto, empatía y comprensión no es una recomendación ingenua: es una forma de supervivencia emocional frente a un entorno que puede destruir reputaciones y vidas en cuestión de minutos.

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