Semana del 19 de Julio al 25 de Julio de 2013

Discípulo

Discípulo

Rodolfo del Ángel del Ángel

Cuando escuche tu voz por vez primera rompiendo el silencio en los espacios vacíos de mi alma mi corazón quedó cautivo ¿Quién eres tú cuya presencia no pude ignorar? Tu figura se fue descubriendo como luz en medio de la bruma, disipando los miedos y abriendo paso a la esperanza ¿Me hablas por vez primera, o hace ya tanto que me buscas y no te advertía? Mi indiferencia era sólo el ropaje que, precariamente, trataba de ocultar mi egoísmo y mi temor. Temor de que me viera al fin como tú me vez y descubrirme pobre, carente, atrapado en mi propia maldad, tratando de llenar con abundancia, el hambre que desde hace tanto tiempo he sentido por dentro: Hambre de amor, hambre de paz, de sentirme seguro, aceptado, sin miedos.

Así, por la ribera de mi mar tempestuoso, llegaste tu y pronunciaste tu palabra inesperada, amable, compasiva, sensible; palabra de gracia y de perdón. Fue, entonces, que escuché tu llamado. Fue una palabra breve, pero al decirla me miraste a los ojos y dijiste mi nombre: ¡Sígueme!

Esa palabra penetró muy hondo, se clavó como espina al corazón y mi voluntad quedó cautiva. La huella de tus sandalias en la arena fue señalando el camino, marcando horizontes nuevos. Mis pasos fueron tras los tuyos, uno a uno, día por día hacia el infinito, por senderos de amor y de servicio. A veces parecía advertir una cruz sobre tus hombros, y a veces parecía que era yo quien la llevaba a cuestas, pero al fin comprendí que era la misma cruz, signo de entrega suprema, dádiva generosa que no se reserva nada para sí. Amor que se da muriendo, muriendo al mundo, a uno mismo, para encontrar la vida, vida resucitada, vida nueva.

Sostenme, Señor, en el camino, dirige tus mis pasos para que no se pierdan. Que mi ser encuentre la alegría de descubrirte en los otros, concédeme la gracia de saber reconocerte en el rostro de mis hermanos, y así amándolos a ellos, amarte a ti.