Viernes, 19 de Abril de 2024
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Semana del 20 de Mayo al 26 de Mayo de 2022

El padre misericordioso

El padre misericordioso

Rodolfo del Ángel del Ángel



Entre los libros y materiales de estudio que mi padre tenía, había un conjunto de láminas que ilustraban las distintas parábolas que contó Jesús. Por alguna razón que no comprendo del todo, aquella que representaba al Padre del hijo pródigo abrazándolo llamaba poderosamente mi atención. Las dos figuras estaban trazadas en grandes pinceladas de tal modo que no se podía identificar en detalle los rostros. La cabeza y los brazos del padre rodeando al hijo se confundían con la figura del hijo. Había que observar con cierto detenimiento para distinguir lo que a simple no parecían dos figuras, sino dos formas fusionadas en una. Creo que el autor de ese cuadro, desconocido para mí, supo captar la esencia del intenso gesto misericordioso y perdonador de aquel Padre al recibir de nuevo a su hijo en casa.

Hay muchas reflexiones que surgen de la parábola que la mayoría conocemos como la Parábola del Hijo Pródigo. Si consideramos la historia con más detenimiento para captar su mensaje más profundo, nos daremos cuenta que en realidad debiera ser llamada la Parábola del Padre Misericordioso. El énfasis no es tanto la actitud perdida e ingrata del hijo que, reclamando su herencia y menospreciando las bendiciones que tenia en el hogar decide irse lejos, sino en la actitud paciente y perdonadora del padre que nunca dejo de esperarlo recibiéndole con amor y perdonando su actitud rebelde.

Cuando somos pequeños y estamos en casa, soñamos con el día en que podamos ser libres para irnos lejos y vivir la vida a nuestra manera. Tal cosa no es mala, al contrario, el desprendimiento es necesario para ganar independencia y así poder crecer y convertirnos en adultos. El precio de quedarnos para siempre bajo la tutela protectora de los padres es no crecer, quedarnos como eternos niños dependientes. No obstante, cuando nos convertimos en adultos y enfrentamos la tareas, responsabilidades y desafíos de serlo, a veces deseamos volver a ser niños y regresar a la seguridad del hogar y sentir el abrazo de ese padre fuerte y generoso que nos da seguridad y nos anima diciéndonos que todo va a estar bien. Si ese padre sigue ahí en casa, que alegría encontrarnos con él cada vez que regresamos a casa. Tal vez ya no está en este mundo y solo nos queda su memoria. Tal vez no hay un padre porque aquel que nos tocó decidió no quedarse, o bien, no supo amar ni acompañar. Pero podemos estar siempre agradecidos porque tenemos un Padre en los cielos que nos ama incondicionalmente, que nos levanta cuando caemos, que nos perdona y restaura cuando tropezamos en el camino y que nos ha prometido que nada habrá en todo el universo que nos pueda separar de su perfecto amor.

Gracias a Dios si se nos ha concedido un buen padre aquí en la tierra, ¡qué gran bendición! Démosle siempre honra y respeto a ese padre. Que nuestra vida y nuestras acciones sean para él motivo de orgullo. Pero si no hemos tenido ese privilegio, no olvidemos que nuestro Dios es nuestro Padre celestial que nos abraza con tal amor que en ese abrazo intenso nos confundimos con Él al punto que en ese abrazo encontramos nuestro perfecto descanso, nuestra alegría, seguridad y paz.
Dr. Rodolfo del Ángel del Ángel

 


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