Semana del 12 de Diciembre al 18 de Diciembre de 2025

Navidad sin estrés: un regreso a lo esencial

Navidad sin estrés: un regreso a lo esencial

Hadali Borjas Villeda / instructora de Yoga

Las fiestas decembrinas tienen un encanto particular: las luces, los aromas, los reencuentros, la alegría que intenta imponerse a pesar del agotamiento colectivo. Sin embargo, con los años se ha instalado una narrativa equivocada: la idea de que para celebrar "como debe ser" necesitamos gastar, correr, abarrotar tiendas, acumular compromisos y perseguir una perfección que nadie pidió. Es un ruido mental que desgasta, que nubla la esencia de estas fechas y que, en muchos casos, nos deja más endeudados, cansados y frustrados que felices.

En medio de ese torbellino, surge una invitación urgente: volver a la calma, recuperar el sentido espiritual y humano que debería acompañar la Navidad. No se trata de renunciar a la celebración, sino de reprogramar la mente, como cuando recordamos que esta temporada representa un nacimiento: el de Jesús para quienes profesan la fe católica, y también el propio, un renacer interior hacia lo sencillo, lo auténtico y lo amoroso.

REPROGRAMAR LA MENTE PARA CELEBRAR CON PROPÓSITO
Hemos sido condicionados durante décadas a creer que la Navidad es valiosa si estrenas ropa, si la mesa está repleta, si hay regalos para todos, si parece que la casa salió directamente de un catálogo. Pero esa carrera cuesta cara: tiempo, salud mental, estabilidad económica y, sobre todo, paz.

El verdadero festejo —ese que nuestras abuelas sí conocieron— se construía desde la intimidad: rezos, velitas, cantos, una cena sencilla pero hecha con cariño. No había obsesión por lo perfecto, sino valor por el momento, por el ritual, por estar juntos. Se celebraba lo que importaba, no la apariencia.

Hoy urge volver a eso. No al pasado, sino al sentido. A la pregunta:
¿qué quiero realmente?
¿Una cena estrafalaria que me endeude meses?
¿O una noche tranquila con quienes amo, sin prisas ni estrés?

El cuerpo y las emociones suelen tener la respuesta mucho antes que la mente. "Tengo cansancio, tengo estrés, estoy frustrada", nos dirían si las escucháramos con atención. Y es que la exigencia social empuja a un consumismo sin reflexión, mientras nuestras emociones suplican simplicidad, descanso y presencia.

YOGA Y CONSCIENCIA PARA LA TEMPORADA MÁS CAÓTICA
En esta época acelerada, el yoga se convierte en una herramienta invaluable. No como moda o adorno espiritual, sino como un espacio para observar lo que la mente no quiere ver:
cómo reaccionamos ante la presión, qué emociones cargamos sin procesar, cómo el cuerpo se tensa cuando pretendemos cumplir expectativas ajenas.

La práctica abre un refugio: ahí descubrimos que no necesitamos montañas de regalos ni una mesa saturada para tener una buena Navidad. Que estar presentes —de verdad presentes— con nuestros seres queridos es suficiente. Que el amor sincero pesa más que cualquier envoltura.

La invitación es clara: volver al cuerpo, volver a la respiración, volver al sentido.

TRES ACCIONES PARA REINVENTAR ESTAS FIESTAS
Primero, meditar. Volver a uno mismo, ordenar los pensamientos, clarificar deseos reales. Aceptar lo simple. Reconocer lo que vale y soltar lo que sobra.

Segundo, acercarse a prácticas que devuelvan la perspectiva: yoga, espiritualidad, oración, silencio. Ahí se entiende que la salud física, emocional y mental es más valiosa que cualquier regalo caro.

Tercero, si se decide celebrar a lo grande, hacerlo con organización y anticipación. Comprar antes, evitar el caos de última hora, no alimentar el estrés que desvirtúa el festejo. El chiste no es la cantidad, sino la paz con la que se llega al día esperado.

EL VERDADERO REGALO: UNA NAVIDAD QUE NO DUELA
Termina el año y empezamos el siguiente cargando las consecuencias de diciembre: deudas, reproches, cansancio y el sentimiento de que "algo faltó". Pero no faltó nada: sobró presión.

Por eso, el mejor consejo para comenzar bien el próximo año es simple y profundo:

ve a tu mente y ve a tus emociones. Ahí está la guía. Ahí está la respuesta. Ahí está la paz.

Celebrar no debería doler. Debería unir, sanar, abrazar.

Y cuando recordemos eso, por fin recuperaremos la Navidad que siempre debió ser nuestra: sencilla, amorosa, humana y llena de verdad.

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