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La historia de la moda ya cambió

La historia de la moda ya cambió

Madeline Stuart, quien tiene Síndrome de Down, y Rebekah Marín, que usa un brazo biónico, desfilaron en Nueva York

EFE y Redacción| www.eluniversal.com.mx| | Martes, 15 de Septiembre de 2015| 08:31


  • La modelo australiana Madeline Stuart, quien tiene Síndrome de Down, hizo historia al debutar en la pasarela de la Semana de la Moda de Nueva York. Lo mismo ocurrió con la modelo Rebekah Marine, quien tiene un brazo biónico. El domingo, ambas desfilaron para FTL Moda y mostraron que no hay nada que les haya impedido cumplir su sueño.

    Madeline se convirtió en la segunda modelo con ese síndrome en participar en una pasarela. Jamie Brewer lo hizo en febrero pasado.

    “Ella ama desfilar y la apoyo en su sueño, pero para mí y para ella se trata de propagar el amor y educar a la gente”, comentó Rosanne Stuart, madre y representante de Maddy, como la llaman cariñosamente.

    Hace un año fue cuando la joven expresó su deseo de ser modelo, algo que su madre se tomó muy en serio, pues ahora Madeline también es imagen de una firma de cosméticos y también de una de bolsos.

    De esta última las ganancias se donarán a la Sociedad Nacional del Síndrome de Down en Guatemala. Tiene más de 466 mil seguidores en Facebook y se ha convertido en inspiración y embajadora de la inclusión social.

    En el caso de Marine, nació sin su antebrazo derecho, pero nunca abandonó su sueño de ser modelo.

    Desde los 22 años comenzó a usar una prótesis que capta señales del cerebro, lo que le permite manipular cosas pequeñas.

    Madeleine Stuart descubrió su pasión por la moda hace un año y se

    propuso ser modelo. Comenzó a practicar y en unos pocos meses perdió casi 20 kilos. Este año también participará en eventos en Suecia y Rusia.

    Balance. La Semana de la Moda siguió ayer con el viaje al Caribe de Tommy Hilfiger, que mostró una colección que mostró influencias reggae pasadas por su mirada de clase bien. Carolina Herrera presentó su vie en rose cual pieza de arte en la Frick Collection, y Jeremy Scott regaló con sus diseños un delicioso caramelo pop.

    Tommy Hilfiger sigue jugando en el terreno que mejor sabe cada vez que se acerca la Semana de la Moda de Nueva York: sin escatimar en gastos y con una ropa que, en contra de lo que suele suceder, es accesible incluso para los técnicos de sonido del desfile.

    Toda la ropa tiene un aspecto artesano, como si viniera del mercadillo más esmerado y esterilizado del mundo. “En esta colección hay mucho trabajo manual. Cuentas, ganchillo, punto, muchas rayas. Muchos colores ricos, mucho descolorido isleño, muchos brillos, muchos bañador, tejidos ligeros y vaporosos e inspiración militar”.

    Sonando a todo volumen, por supuesto, Bob Marley, y en los estampados vegetales, exhuberantes flores tropicales, como si salieran del pelo de una tahitiana de Paul Gaugin.

    En la otra cara de la moneda, siempre compartiendo jornada pero nunca compitiendo en la misma categoría, la veterana Carolina Herrera, gran dama de la moda neoyorquina, se entregó sin complejo a ese rosa (fucsia, rosa palo, rosa chicle) habitualmente asociado a la feminidad más recalcitrante.

    Con una primera fila en la que estuvo Penélope Cruz, Herrera, que nunca ha tenido miedo a ser acusada de conservadora, aprovechó el cambio de sede de la Semana para hacer sus desfiles más elitistas. 

     


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