Héctor de Luna Espinosa
Muchas personas han crecido con la idea de que Dios es un ser lejano, severo, listo para castigar al que se equivoca. Pero cuando Jesús vino, una de las cosas más profundas que hizo fue revelarnos algo diferente: que Dios es un Padre. No solo un ser todopoderoso, sino un Padre amoroso, cercano, que cuida, que alimenta, que guía y que corrige a sus hijos con ternura, y nos invita a una relación íntima con Él.
Antes de Jesús, los nombres más comunes para Dios eran El Shaddai, Elohim, Adonai; nombres que reflejaban su poder y majestad. Pero Jesús constantemente hablaba de "mi Padre" y "vuestro Padre". Cuando los discípulos le pidieron que les enseñara a orar, Jesús les dijo en Mateo 6:9: "Padre nuestro que estás en los cielos". Esto fue revolucionario. Nadie antes se había atrevido a llamar a Dios así, con tanta cercanía.
Jesús dijo algo impresionante en Juan 14:9: "El que me ha visto a mí, ha visto al Padre". En otras palabras, Él decía: "Si quieres conocer cómo es Dios, mírame a mí". Y Jesús reflejó el corazón del Padre en todo lo que hizo. ¿Y qué vemos en Jesús? Vemos a alguien que se compadece, que sana, que escucha, que abraza, que provee, que perdona, que restaura. Ese es el Padre que Jesús vino a mostrarnos.
En Mateo 6:26, Jesús dijo: "Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros; y sin embargo, vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más que ellas?". Qué alivio es saber que a Dios le importamos, que Él está atento a nuestras necesidades, que nos cuida como un buen padre cuida de sus hijos.
Ahora, es cierto: un buen padre también corrige. En Hebreos 12:6 dice: "Porque el Señor al que ama disciplina, y azota a todo el que recibe por hijo". La disciplina de Dios no es castigo enojado, es corrección con amor. Es porque Él quiere que crezcamos, que maduremos, que vivamos en libertad.
Y gracias a Jesús, no nos acercamos a Dios como esclavos temerosos, sino como hijos amados. Romanos 8:15 lo dice: "Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino el espíritu de adopción, por el cual clamamos: Abba, Padre". Abba es una forma íntima de decir "papá". Así de cerca quiere Dios estar de ti.
Hoy quiero animarte a que te acerques a Dios como tu Padre. No como un juez implacable, sino como ese Padre bueno que siempre está dispuesto a recibirte, restaurarte y caminar contigo. Ese es el corazón del Padre que Jesús vino a mostrarnos.
El mismo Jesús que nos reveló al Padre, nos muestra el camino hacia Él. Jesús mismo es el camino. No hay otra manera de acercarse al Padre. En Juan 14:6, Jesús le dijo: "Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí".
Acompáñame a orar:
Gracias, Jesús, por revelarme al Padre.
Por tu sacrificio en la cruz, que me da acceso a Él.
Te recibo como mi Señor y Salvador. Amén.
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