Raúl Tortolero
En este escenario de transición ideológica, busca reconstituirse desde lo cultural y lo espiritual, con un discurso que, lejos de esconderse, se muestra cada vez más articulado.
En medio de un escenario político desgastado por promesas rotas, inseguridad, corrupción e impunidad, la ciudadanía comienza a mirar hacia un horizonte distinto. Las ideologías que por décadas dominaron el discurso, principalmente el de izquierda, han dejado más preguntas que respuestas, más caos que certezas. En este contexto, se empieza a construir una nueva narrativa: la de una derecha renovada, sin armas ni violencia, pero con principios firmes y una agenda basada en valores fundacionales.
Contrario a los mitos promovidos desde el oficialismo, esta nueva derecha no es "ultra", no es fascista, ni pretende imponer dogmas. Lo que busca es un redireccionamiento nacional: desde la corrupción sistémica hacia la honestidad, desde el relativismo moral hacia una ética sólida, desde el caos hacia el orden.
"Tenemos que poner a Dios al centro de la vida y por tanto construir nuestras políticas públicas, la educación, las relaciones y las instituciones en los valores cristianos", se afirma sin rodeos, en un llamado que trasciende cualquier dogma político para colocarse en un plano civilizatorio.
LA DERECHA QUE YA NO ES LA DE ANTES
Esta nueva derecha no es la misma que antaño se obsesionó con el economicismo y con la acumulación desmedida de riqueza. A diferencia de esa vieja visión, hoy se defiende una agenda con siete puntos claros en el marco de una contrarrevolución cultural cristiana: familia, vida, religión, libertad religiosa, libertad de expresión, propiedad privada y soberanía nacional. "La vieja derecha ponía al becerro de oro en el centro de la vida. Nosotros ponemos los valores".
Este movimiento busca ser más una plataforma de ciudadanía activa que un simple aparato partidista. No apuesta por la violencia ni la imposición, sino por la persuasión cultural, por la defensa de los principios fundacionales de Occidente. "No somos ultras de nada", se subraya. Las movilizaciones son pacíficas, simbólicas, como lo fue la oración pública realizada junto a la alcaldesa de Cuauhtémoc, en la Ciudad de México, en plena vía pública. Un acto impensable en un país donde el gobierno se esfuerza por borrar todo rastro de espiritualidad cristiana.
EL ESTADO LAICO MALINTERPRETADO
En México, la izquierda ha tergiversado el principio de laicidad. "El estado laico no significa vivir sin religión. Significa que el gobierno no impone una religión oficial. Nada más". Sin embargo, el régimen actual ha hecho lo contrario: no impone religión, pero sí impone una cosmovisión anticristiana, disfrazada de modernidad, y que se representa incluso en símbolos oficiales como Quetzalcóatl, un dios azteca.
Esta contradicción no es anecdótica. Es reflejo de una administración que, al no estar anclada a valores trascendentes, ha cedido a la corrupción y a las alianzas con el crimen organizado. "Por ganar posiciones de poder, se asocian con gente que actúa fuera de la ley, con gente mañosa", se denuncia con preocupación. Y lo peor es que todo ello ocurre mientras se predica una supuesta superioridad moral.
MILEI Y TRUMP: ESPEJOS PARA MÉXICO
Mientras México permanece sumido en la parálisis política y moral, dos figuras emergen en el hemisferio como referentes de la nueva derecha: Javier Milei en el sur y Donald Trump en el norte. Ambos, con estilos y contextos distintos, representan una ruptura con el status quo y la ideología progre.
"Milei ha contribuido mucho, sobre todo en la cuestión económica. Es el único país de Latinoamérica con una inflación de 1.5%. Eso destierra el mito de que la izquierda le sirve al pueblo". Y aunque su enfoque es todavía de vieja derecha en lo económico, su eficacia comienza a generar un cambio cultural profundo. "Lo importante es que se está demostrando que sí hay otra vía, que sí hay esperanza fuera del socialismo decadente".
Donald Trump, por su parte, aunque polémico, ha sido un factor de presión crucial para México en temas como la lucha contra los cárteles y el combate al narcotráfico. "Sin Trump, México no hubiera entregado a los narcos. La política de abrazos no balazos solo significó hacerse pendejos con la ley".
En este marco geopolítico, México no puede quedar atrapado en la inercia ideológica. "Nos hace mucho bien que estén Trump y Milei, porque necesitamos referentes. Aunque en México aún falta construir una nueva derecha más sólida, estamos en eso".
MÉXICO: ENTRE EL OCASO DE LA IZQUIERDA Y EL NACIMIENTO DE UNA ALTERNATIVA
El ciclo del progresismo mexicano está cerca de agotarse. Con la continuidad de Sheinbaum, el país podría vivir "un estirón más hacia la izquierda, por desgracia". Pero, como todo péndulo, eventualmente vendrá el giro hacia el otro lado. "Estamos en el último tirón de la izquierda en México".
La historia reciente ha demostrado que la izquierda no ha sabido gobernar. Más allá de sus slogans, ha profundizado la inseguridad, la polarización y el debilitamiento institucional. Su discurso de odio hacia todo lo cristiano, su desdén por la libertad de expresión y su cercanía con grupos delictivos ha minado la credibilidad de sus promesas.
Por eso, se vuelve urgente reconstruir un México con valores, pero también con estrategias claras. "Queremos un México pacífico, un México unido, pero López Obrador nunca hizo un llamado a la unidad. Sólo iba a hacer campaña y a pelear". Hoy urge una visión distinta, una que integre a los ciudadanos en una nueva ética pública, donde el bien común y la verdad tengan cabida.
LA BATALLA CULTURAL: EL NUEVO TERRENO DE DISPUTA
México necesita mucho más que alternancia electoral. Requiere una transformación profunda, no en sentido populista, sino civilizatorio. Es la cultura, no la política, la que definirá el destino de esta nación.
"Desde Benito Juárez hemos tenido un liberalismo que no es tal. Es un anticatolicismo disfrazado. Y quienes odian lo cristiano pueden hacer cualquier cosa porque no se miden bajo los mismos principios que nosotros". Por eso, la nueva derecha no se limita a propuestas económicas, sino que plantea una reconstrucción moral y espiritual.
En un país donde todos tenemos familia en Estados Unidos, donde el crimen trasnacional no conoce fronteras y donde la droga mata a cientos de miles, no hay cabida para el aislamiento. "Debe haber una solución binacional para un problema binacional. El ejército de EE. UU. y el mexicano deben hacer equipo". Pero esa cooperación sólo será posible si ambos países comparten un mínimo ético común.
HACIA UNA DERECHA CON ROSTRO HUMANO
La nueva derecha no propone dictaduras ni teocracias. Propone ciudadanía activa con principios, libertad con responsabilidad, progreso con ética. No busca borrar la historia, sino recuperar lo mejor de nuestras raíces. Y, sobre todo, propone algo revolucionario en estos tiempos: que el bien exista, y que vale la pena defenderlo.
México no necesita más ideología. Necesita sentido común, espiritualidad, y orden. Y aunque parezca utópico, hay una generación lista para dar ese paso. Como se ha dicho: "Sí, es raro pedir honestidad, pero eso es justo lo que necesitamos".
Tal vez no sea tan raro después de todo. Tal vez sea justo lo que este país espera.
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