Sábado, 11 de Octubre de 2025
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Semana del 10 de Octubre al 16 de Octubre de 2025

Agua dulce o amarga

Agua dulce o amarga

Héctor de Luna Espinosa



La carta de Santiago, capítulo tres, a partir del versículo 8, nos enseña que ningún hombre puede dominar la lengua, que es un mal que no puede ser controlado, llena de veneno mortal. Con ella bendecimos a Dios, nuestro Padre, pero también con ella maldecimos a los hombres, que han sido creados a semejanza de Dios. De una misma boca proceden bendición y maldición, pero Santiago nos dice que esto no debe ser así. Nos cuestiona: ¿acaso una fuente puede echar agua dulce y amarga por la misma abertura? ¿Puede una higuera producir aceitunas o una vid producir higos? No, de la misma manera, ninguna fuente puede dar agua salada y dulce.

La lengua, como nos recuerda Santiago, puede ser usada tanto para bendecir a Dios como para practicar la maldad. Sin embargo, no debemos permitir que de nuestra boca procedan bendición y maldición simultáneamente. El ejemplo de Pedro es claro: él confesó a Jesús como el Mesías, el hijo del Dios vivo, pero luego lo negó con maldiciones. Nuestro hablar debe ser consistente y glorificar a Dios siempre, sin cambiar el tono o el vocabulario según el entorno, ya sea en la iglesia, en el trabajo o en casa. Tal como una fuente de agua, nuestra boca no debe emitir agua dulce y amarga por el mismo conducto.

Santiago nos habla de este concepto de manera clara: si una fuente sigue produciendo agua amarga, esto significa que la fuente es mala. De igual forma, si un árbol da frutos malos, es un árbol malo. Jesús también nos enseñó que las palabras de una persona son una revelación de su carácter interior. Lo que decimos muestra lo que realmente somos. Evaluamos a las personas de la misma manera que evaluamos un árbol o una planta: por sus frutos. Un buen árbol da buen fruto, y un árbol malo da mal fruto, porque cada árbol se reconoce por su fruto. No se cosechan higos de los espinos ni uvas de las zarzas.

De acuerdo con Jesús, las acciones y palabras de las personas nos permiten conocer su verdadero ser. El hombre bueno saca lo bueno de su corazón, mientras que el hombre malo saca lo malo. "De la abundancia del corazón habla la boca". Si deseas saber lo que hay en el interior de una persona, solo tienes que observar sus acciones y escuchar lo que normalmente dice. Este no es un juicio, sino una forma realista de evaluar a las personas. Si una persona es constantemente grosera, inmoral o se enoja fácilmente, esto refleja lo que hay en su interior. Si es amable, educada y nos anima, esto también revela lo que hay en su corazón.

Es cierto que una persona puede intentar engañar con una falsa apariencia de su carácter, pero tarde o temprano su verdadera naturaleza saldrá a la luz. Lo que dice y hace revelará lo que realmente lleva dentro. La boca habla de la abundancia del corazón, y lo que expresamos con nuestras palabras y acciones indica lo que somos en lo más profundo. Evaluar los frutos de una persona no implica considerarnos libres de pecado, sino ser realistas a la hora de decidir en quién confiar y quién puede ser una influencia positiva o negativa en nuestras vidas y en las de los demás.

El fruto, ya sea bueno o malo, es el resultado inevitable de lo que somos. Aunque puede tomar tiempo para que se haga evidente, el fruto tarde o temprano se muestra y revela qué tipo de árbol somos. Nuestras palabras, como el fruto de un árbol, revelan lo que hay en nuestro corazón. Si hay un buen tesoro en el corazón, este se mostrará con el tiempo; si es malo, también se reflejará. Las palabras que pronunciamos dicen mucho más de nosotros de lo que pensamos, y revelan que algunos son hombres buenos y otros hombres malos. Al final, la pregunta es: ¿qué tipo de agua producimos? ¿Dulce o amarga?

 


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