Viernes, 09 de Mayo de 2025
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Semana del 09 de Mayo al 15 de Mayo de 2025

México y EEUU: Una relación de incertidumbre y dependencia

México y EEUU: Una relación de incertidumbre y dependencia



La reciente escalada en las tensiones entre México y Estados Unidos no es un episodio aislado, sino una repetición de una relación bilateral marcada por el desequilibrio, la presión económica y la amenaza constante del populismo del vecino del norte. A pesar del tono diplomático que intentan mantener las autoridades mexicanas, la verdad es que la relación actual es volátil, reactiva y cargada de incertidumbre, sobre todo por la actitud impredecible de Donald Trump, quien se perfila nuevamente como candidato presidencial y actúa como si ya estuviera en funciones.

Trump ha vuelto a poner sobre la mesa la amenaza de los aranceles al sector automotriz mexicano, un golpe directo a uno de los pilares de la economía nacional. Aunque recientemente suavizó su postura, no lo hizo por cortesía diplomática, sino porque enfrenta presiones internas: la economía estadounidense comienza a resentirse, su popularidad ha caído al 42%, y sus promesas de prosperidad para la clase media blanca empiezan a evaporarse. Esto coincide con reportes del Wall Street Journal y The Economist, que muestran cómo los aranceles están generando aumentos de precios y pérdida de competitividad para las empresas estadounidenses.

En México, el gobierno ha optado por mostrar optimismo ante esta relación tempestuosa. La presidenta, junto con su equipo de relaciones exteriores, ha insistido en que el diálogo con Trump es "cordial" y "productivo". Sin embargo, la realidad en el terreno industrial mexicano contradice este discurso. Varias empresas automotrices están en paros técnicos, otras han frenado inversiones previstas para 2025, y muchas más están reconsiderando su permanencia en el país. La aparente confianza del gobierno mexicano no es compartida por los inversionistas ni por los trabajadores.

Uno de los casos más emblemáticos es el de Tesla. La empresa de Elon Musk, que inicialmente había respaldado la política comercial de Trump, ahora busca deslindarse de su figura y su influencia. En declaraciones recientes, ejecutivos de la compañía señalaron que reevaluarían su estrategia de expansión en América del Norte y que China se mantiene como su principal mercado para autos eléctricos. Esta ambigüedad refleja un ambiente de negocios cada vez más incierto.

Pero no solo se trata de inversiones. El retorno masivo de mexicanos repatriados desde Estados Unidos plantea otro desafío mayúsculo. Las autoridades mexicanas han ofrecido programas de empleo y reinserción social, tanto a nivel estatal como federal, pero la realidad es que los repatriados no están encontrando condiciones dignas para rehacer sus vidas. ¿Cómo se le puede pedir a alguien que deje un empleo pagado en dólares para aceptar uno en pesos que apenas cubre la canasta básica? Esta desconexión entre las políticas públicas y las necesidades reales alimenta un creciente malestar social.

El panorama se agrava al observar los efectos locales de esta crisis binacional. En San Luis Potosí, por ejemplo, el sector automotriz —considerado la columna vertebral de su economía— está operando a menos del 50% de su capacidad. Esta desaceleración impacta directamente en el empleo, el consumo y la confianza de la población. A esto se suma una crítica pertinente: el error estratégico de concentrar la economía regional en una sola industria. La falta de diversificación ha expuesto al estado a una vulnerabilidad estructural que ahora pasa factura.

Frente a este panorama, el único respiro reciente para San Luis ha sido la firma de una orden ejecutiva que, temporalmente, libera de los aranceles al sector automotriz. Pero esta medida no es garantía de estabilidad; es apenas un respiro de unos cuantos meses. La volatilidad del discurso y las decisiones unilaterales de Trump —capaces de revertirse con un tuit— impiden cualquier tipo de planeación a mediano o largo plazo.

Por si fuera poco, el conflicto migratorio también sigue escalando. En los cruces fronterizos del norte de México, cientos de personas, muchas de ellas familias completas, viven en condiciones precarias mientras esperan una resolución a su situación migratoria. Las casas del migrante están desbordadas y algunas estaciones del tren se han convertido en refugios improvisados. Según datos recientes de la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH), más del 60% de los migrantes que están siendo repatriados no han logrado integrarse a programas sociales o de empleo en México.

La política proteccionista de Estados Unidos y la falta de una estrategia firme por parte del gobierno mexicano están generando una crisis humanitaria que se suma al deterioro económico. A pesar de esto, las autoridades insisten en que "todo va bien" y que "el diálogo sigue abierto". Lo preocupante es que, en conversaciones de alto nivel entre mandatarios, no se logren acuerdos sustantivos ni puntos de coincidencia claros. ¿Para qué se establecen entonces esas comunicaciones? ¿Solo para intercambiar cortesías?

Es evidente que Trump está llevando el ritmo de la negociación. Es él quien impone los temas, quien lanza amenazas y quien decide cuándo suavizar o endurecer el tono. México, por su parte, no ha logrado colocarse como un interlocutor fuerte ni en términos comerciales ni migratorios. La dependencia estructural hacia Estados Unidos sigue siendo el talón de Aquiles de la política exterior mexicana.

Afortunadamente, no todo está detenido. Otros sectores, como el turismo, han mostrado dinamismo. En San Luis Potosí, la zona Huasteca y el Altiplano han tenido una afluencia récord durante los últimos meses, gracias a una estrategia de promoción bien articulada entre el gobierno estatal y los municipios. De acuerdo con cifras de la Secretaría de Turismo de San Luis Potosí, la ocupación hotelera durante la Semana Santa alcanzó niveles históricos en localidades como Xilitla, Tamazunchale, y Ciudad Valles.

Este éxito debe tomarse como una lección. Apostar todo a un solo sector es un riesgo. La diversificación es urgente, tanto en lo económico como en lo diplomático. México debe asumir una postura más firme, más clara y más proactiva ante Estados Unidos. No se trata de confrontar, sino de negociar con dignidad y con estrategia. Lo que está en juego no es solo la relación bilateral, sino el futuro económico y social de millones de mexicanos.

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